Ojo, ya lo avisaba José Saramago. En La balsa de piedra , una grieta abierta en los Pirineos desgajaba la península Ibérica de Europa y la dejaba a la deriva por el Atlántico. Algo así ha pasado esta semana con el mercado español, cada vez más peligrosamente desconectado de las grandes tendencias globales. El Ibex 35 se ha dejado el 3,55% en las últimas cinco sesiones, el mayor descenso desde agosto, mientras los principales selectivos europeos subían un 2%.

La crisis de la deuda, que ya considerábamos cosa superada, es todavía una realidad, más que latente, amenazante. España, queríamos pensar, había aprobado la primera tanda de exámenes a costa de desencanto y dolorosos ajustes. Pero no. Un nuevo vaivén de otro país periférico (algo que depende del lugar que consideres centro) nos ha metido otra vez el miedo en el cuerpo. Irlanda tiene problemas, y la diferencia de rentabilidad entre el bono español y el alemán se dispara. Ayer tocó los 200 puntos básicos, aunque luego bajó a 193.

Quizá lo más preocupante es que esta triste deriva se ha producido en unos días de grandes noticias. La Reserva Federal ha comunicado que inyectará a la economía estadounidense 425.000 millones de euros, más de lo esperado. La victoria de los republicanos en las legislativas de Estados Unidos gusta a los mercados, porque complica los planes reformistas de Obama. Y, por si fuera poco, ayer se conoció un dato de creación de empleo en el país (151.000 nuevos puestos de trabajo) mucho más alto de lo augurado.

Pero cuando los inversores piensan en España, esas consideraciones juegan en otra liga. Así las cosas, el Ibex cedió ayer el 1,65% y cerró en los 10.428,10 puntos. Qué cosas: hace no mucho batallaba por los 11.000 puntos y ahora mira de reojo a los 10.300, donde tiene su nueva barrera psicológica.

Por si fuera poco, la banca sigue en caída libre. Resultados y perspectivas que siembran dudas. Operaciones corporativas y movimientos en las cúpulas que crean incertidumbre. Y lo que faltaba para completar el cuadro: regresan los rumores de que hay entidades con graves problemas de liquidez que están recibiendo inyecciones casi clandestinas del BCE.