2019 está siendo un año positivo para el Bitcoin y, en menor medida, para el resto de activos criptográficos. Tras un 2018 espantoso que puso a prueba a los entusiastas de las criptomonedas más acérrimos, este año ha marcado lo que parece ser el fin del largo criptoinvierno.

A toro pasado, podemos decir que la cotización de la reina de las criptomonedas parece estar sujeta a un extraordinario ciclo de crecimientos parabólicos exponenciales que terminan corrigiendo fuertemente. La de 2018 habría sido tan solo una corrección más. Una sucesión de burbujas no apta para los inversores más aprensivos, pero enormemente lucrativa para quienes tienen hambre de grandes ganancias (y de riesgo).

Un interés renovado por el sector de las criptomonedas

Parece que comprar Bitcoin vuelve a estar de moda y eso se ve reflejado en el precio. Y en esta ocasión, parece que el FOMO (siglas en inglés de fear of missing out o de quedarse fuera) no es el único catalizador de la asombrosa recuperación del Bitcoin. Si prestamos atención, podemos observar un patrón de creciente interés institucional por adquirir esta criptomoneda, que invita a un cauto optimismo sobre el futuro más inmediato del oro digital.

El mercado regulado de futuros del Bitcoin llegó recientemente al máximo histórico de 1700 millones de dólares. Bakkt anunciaba hace unos meses la fase de pruebas de sus esperadísimos futuros, liquidados físicamente en Bitcoin, a diferencia de los de CME, liquidados en moneda fiduciaria. De hecho, algunos brókeres llevan meses ofreciendo su servicio de custodia de criptoactivos para clientes institucionales. Y no debemos perder de vista que este mes de cumplen los 6 años de la primera presentación de la solicitud de aprobación de un ETF sobre Bitcoin, efeméride recordada por Tyler Winklevoss en su cuenta de Twitter.

¿Valor refugio para tiempos de incertidumbre financiera?

Los tambores de una nueva crisis mundial suenan con cada vez más insistencia. La economía mundial parece no atravesar su mejor momento. Las guerras comerciales entre Estados Unidos, China y la Unión Europea generan tensiones financieras notables que empeoran un ya de por sí complicado escenario macroeconómico. Conocíamos estos días el delicado estado de Deutsche Bank, que se ha visto obligado a despedir a 18.000 empleados y a eliminar su división de banca de inversión. Suele decirse que la historia no se repite, sino que rima. Pues bien, el fantasma de un Lehman Brothers europeo comienza inquietar a los analistas más temerosos.

Cabe pues plantearse la siguiente pregunta: ¿puede ser el Bitcoin un valor seguro en el que refugiar nuestra riqueza en tiempos de zozobra económica? Muchos inversores con aversión al riesgo podrían estar paradójicamente abriendo posiciones en Bitcoin para compensar el riesgo sistémico de una nueva gran crisis bursátil mundial. A diferencia de una empresa, el Bitcoin tiene estrictamente el valor de confianza que los tenedores depositan en él. Con el plus de que, al igual que el oro, es un activo internacional y abierto, a diferencia de lo que sucede con las divisas fiduciarias. Y con otra importante ventaja adicional sobre el oro: es sumamente difícil de confiscar.

Hasta la fecha, la historia económica ha demostrado que cuando soplan vientos de crisis, los inversores deshacen sus posiciones bursátiles y acuden a la seguridad de valores refugio como el oro. Parece que la próxima gran recesión pondrá a prueba la valía del Bitcoin como valor refugio en competición con el oro. ¿Aprobará el Bitcoin este delicado examen o terminará decepcionando a su gran legión de defensores? Todo apunta a que en un futuro no muy lejano saldremos de dudas.