El Grupo Izar vive una situación que va camino de ser gramsciana. Cuando lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir, Gramsci creía que se daban las condiciones para hablar de tragedia. En el caso de los astilleros Izar ,lo nuevo es el plan de viabilidad y lo viejo la deuda de más de 500 millones y las ayudas por valor de otros 1.100 que la UE considera ayudas de Estado ilegales y que habrá que devolver. La SEPI quiere segregar Izar en dos empresas (una militar, otra civil) y el presidente del Gobierno se ha comprometido públicamente a "salvar" los astilleros.

De lo primero los trabajadores no quieren ni oír hablar; lo segundo --el compromiso de Rodríguez Zapatero-- no se lo acaban de creer. El resultado es el que conocemos: movilizaciones, cortes de carreteras, episodios aislados de violencia y enfrentamientos con la policía.

Que juegue la dirección de la SEPI a favor de salvaguardar los intereses de los trabajadores, pero que entiendan estos y sus representantes que no pueden estar con una mano pidiendo ayuda y con la otra cortando carreteras, quemando contenedores y enfrentándose a la policía. La violencia es el camino más corto para no resolver las cosas.

Tengo para mi que harían bien los trabajadores y sus sindicatos controlando la sobreactuación de algunos de sus compañeros, porque, la verdad, vistos los hechos están empezando a provocar un principio de rechazo entre los ciudadanos ajenos al problema. Si ese rechazo llegará a generalizarse, sería la peor de las noticias para los afectados por el futuro de los Astilleros Izar. Ya digo, la situación puede acabar siendo gramsciana.

*Periodista.