La Administración china dio ayer un golpe a la potente industria del calzado local, que han puesto en jaque a los fabricantes occidentales, entre ellos a los españoles. El Ayuntamiento de Putian, la ciudad considerada como el principal foco productor y exportador mundial del sector, anunció ayer el cierre fulminante de 64 fábricas debido a la falta de medidas de seguridad y a la proliferación de falsificaciones de marcas de prestigio.

La medida es la primera reacción oficial después del incendio ocurrido el domingo pasado en una fábrica local en el que perecieron 37 personas.

INDUSTRIA DE BAJO COSTE El Ayuntamiento de la ciudad determinó que las inspecciones llevadas a cabo en todas las fábricas de la ciudad a raíz del siniestro han descubierto fallos de seguridad en muchas de ellas, por lo que se ha decidido su clausura temporal. Los fallos son similares a los que presentaba la fábrica Feida, donde el incendio destruyó los seis pisos del edificio. Las factorías además "producían falsificaciones, evadían impuestos y sufrían fuertes conflictos laborales", según reconoció el teniente de alcalde de la ciudad, Ruan Jun, al hacer públicos los resultados de las investigaciones. Anteriormente, Ruan Jun había advertido de que si no había un cambio en la industria de bajo coste, "la industria zapatera local se enfrenta a la destrucción".

El Gobierno local aseguró que el año pasado ordenó a los dueños de la fábrica siniestrada --un matrimonio de la ciudad-- que detuvieran la producción y mejoraran las condiciones de seguridad del lugar, donde talleres y almacenes estaban en el mismo edificio, lo que aumentaba el peligro de incendio, informó la agencia Xinhua. El matrimonio, que hizo caso omiso a esas órdenes, fue detenido tras el accidente, mientras que el responsable de seguridad laboral del distrito donde ocurrió el suceso fue posteriormente destituido.

Con más de 200 fábricas de zapatos, las exportaciones de Putian alcanzaron un valor de 764 millones de euros en el 2006. Al igual que ha sucedido con el textil, los productores de países con fuerte tradición en el calzado, como España, sufren el empuje chino y se han visto obligados a cerrar en muchos casos.