Pertrechado de un coraje fuera de toda duda, Juan Páez, un veterano militante socialista de Málaga se ha prestado al experimento sociológico --casi perverso-- de asistir a un mitin del PP a petición de este diario. La primera vez que su madre le sacó de casa, recién nacido, fue para visitar a su abuelo, republicano, en la cárcel. Su padre y ahora también sus hijas son socialistas. A Juan, profesor en la universidad malagueña, no le faltan agallas, así que está dispuesto a meterse en lo que para él es un avispero.

Al llegar al pabellón deportivo, está hablando Celia Villalobos. A punto ha estado Juan de salir pitando. Celia, un nombre que quedará ya indisolublemente unido al hueso del puchero. Qué se le va a hacer. Era tal su mal fario como ministra que, como se suele decir, cada vez que abría la boca, subía el pan. Pero en el mitin, Celia se suelta el pelo, revoltosa. Y Juan se pone de los nervios.

La llave del delito

"Vosotros me conocéis", dice la exministra a los malagueños buscando comprensión. "Sabéis de mis errores y mis aciertos", prosigue. "Sabéis que soy una mujer progresista". Y ahí Juan ya no aguanta más. Enarca las cejas y abre bien los ojos: "¿Has oído eso? Siempre está con que es progresista". ¡Ja!, le ha faltado decir. Ella repite más veces lo de su fe progresista y se dirige a los suyos con el apelativo de "compañeros". Juan se remueve inquieto. No sabe lo que se avecina.

Celia, que ha pensado en todo, saca del bolsillo de su chaqueta roja una llave que enseña orgullosa al respetable, a la manera como lo hizo el líder de ERC para mostrar su poder en Cataluña. Pero que se prepare Carod. Que el PP también tiene mujeres con sentido del efectismo. Ella esgrime la prueba del delito y proclama: "¡Con esta llave van a romper la cohesión territorial y la unidad contra el terrorismo!". Lo ve claro y así lo revela a sus fieles: "¿Sabéis quién será el ministro del Interior si gobierna Zapatero? Carod. ¿Y el de Hacienda? Llamazares". Vaya tela.

"Qué sarta de barbaridades", murmura Juan. En los asientos de atrás, un joven saca una bandera española y hace el saludo nazi. Los militantes del PP le afean el gesto. Los de seguridad acuden a ver qué pasa. Mientras, Teófila Martínez, líder del PP andaluz, pasa sin pena ni gloria por el atril. Juan se fija en las pantallas que emiten imágenes del mitin. "Por la televisión parece que hay más público". Hay cuatro banderas españolas y nuestro aguerrido militante socialista está convencido de que las han puesto estratégicamente situadas para que se vean por la tele.

"¡Viva España!", grita un espontáneo. "Como sabéis, soy gallego", empieza Rajoy. "Fíjate, lleva papeles para leerlos", apunta Juan. El candidato repite hasta la extenuación que esta España se nos hace añicos. Suele empezar con un "queridos amigos", alargando la ´s´ de una forma que recuerda al malogrado Rodríguez de la Fuente. Siempre abre así los párrafos en los que acusa a Zapatero de rasgar la piel de toro hasta hacerla jirones. "Ya está enfrentando a las autonomías, que los catalanes atan los perros con longaniza y aquí nos morimos de hambre porque nos lo quitan todo", se lamenta Juan. Saliendo del mitin, ya tranquilo, sentencia: "Si no hubiera un Carod, se lo tendrían que inventar".