La ratificación o no de la mayoría absoluta del PSOE es la única incógnita que a priori está sobre la mesa en las elecciones autonómicas de Andalucía, que también se celebran el 9-M, y que ayer celebró su festividad. Más allá del posible hartazgo tras 25 años de hegemonía socialista, la clave de este triunfo estará, entre otros elementos, en si el Partido Popular consigue arañar algunos escaños gracias al trasvase de votos del entorno nacionalista que, después de numerosas crisis internas y un gran batacazo en las elecciones municipales, se presentan bajo una nueva denominación, Coalición Andalucista (CA).

Ningún sondeo discute que el PSOE superará los 55 escaños necesarios para la mayoría absoluta, aunque no logrará repetir los 61 actuales. El último, publicado ayer mismo, da a los socialistas entre 2 y 4 escaños menos que ahora, mientras que el PP seguiría la tendencia al alza que ya experimentó en las municipales y en las últimas autonómicas, y subiría entre 4 o 5 diputados.

Estos datos confirman el escenario dibujado tras las últimas municipales, donde aunque se mantuvo la ventaja del PSOE --que revalidó su hegemonía en las pequeñas y medianas ciudades y consiguió arrebatar la alcaldía de Jaén-- los populares consiguieron poco a poco arañar algunos votos y ediles, especialmente en las grandes ciudades, donde se mantienen imbatibles. Los socialistas ganaron, con el 40,6% de los votos, frente al 32,08% del PP.

Respecto a los partidos minoritarios, los sondeos confirman la tendencia al bipartidismo, ya que condenan a IU a perder entre uno y tres escaños. Tampoco es seguro que el candidato a la presidencia consiga hueco en el Parlamento (concurre por Huelva). Los andalucistas de CA --una coalición que agrupa entre otros al PA y la escisión del histórico Pedro Pacheco-- ratificarían su debacle de las locales y perderían entre 2 o 3 diputados, con lo que desaparecerían como grupo propio y se tendrían que integrar en el mixto.

Es la sexta vez que el socialista Manuel Chaves aspira a obtener la presidencia de la comunidad. Enfrente tiene al popular Javier Arenas, que fue candidato ya en 1990 y 1994 y que, con la derrota del PP en el 2004 en las generales, volvió a Andalucía a tratar de impedir una mayoría absoluta que no se repetía desde la época de Felipe González y a consolidar la tendencia al alza que se observaba en las últimas convocatorias regionales.

Las octavas elecciones en la historia de la autonomía se presentan con el fantasma de la abstención, porque son tres las veces que acudirán los andaluces a las urnas en un año. Ya lo hicieron en febrero para ratificar el nuevo Estatuto y en mayo para los comicios municipales.

NADA DECIDIDO Los socialistas, conscientes de que un alto porcentaje de participación les ayuda, no cesan de repetir que "no está todo ganado", que "no hay nada decidido", y que habrá que acudir en masa. Con las lógicas diferencias, también el PP reitera el llamamiento, puesto que en algunas provincias (Málaga, Cádiz y Córdoba) un puñado de votos puede suponer un escaño y lograr, paso a paso, el ansiado "cambio" que reclama Arenas.

Para elevar el tono de la campaña e incitar al voto entre su electorado, el PSOE no ha dudado en resucitar el fantasma de la "pinza", el pacto entre PP e IU que en 1994 complicó la gobernabilidad y obligó a adelantar las elecciones. No obstante, sus protagonistas se han apresurado a desmentir dicho escenario y a matizar que las condiciones no son, ni por asomo, las mismas que entonces, ni para el PP ni, sobre todo, para IU, que se presenta a estas elecciones con fuertes divisiones internas.