Ahí al lado, en El Rebollar (apenas supera los 200 habitantes), los anarquistas y los punkis han hecho una lista por el PSOE para ver si echan al PP. Es que la política en los pueblos es otra cosa, se ve y se vive de otra manera, más aún en estos tan pequeñitos», comenta Francisco Acera, agricultor de 60 años, vecino de Navaconcejo, en el valle del Jerte (2.000 residentes, también gobiernan los populares). «Yo nunca he votado en las generales, solo cuando pasó lo del Prestige porque me enfadé mucho, tampoco suelo hacerlo en las autonómicas, aunque este año sí porque me tendré que apoyar a mí mismo, ¿no? A las municipales sí voy porque eso ya es otra cosa, es el pueblo», añade. Hace años él también participó en una lista socialista en su municipio; ahora se integra en otra dentro de la coalición de Unidas por Extremadura (o lo que es lo mismo, la suma de Podemos, Izquierda Unida, Equo y Extremeños).

Ayer alternaba con unos y otros a las puertas de la Cooperativa del Campo de Navaconcejo, a la que, como cerezo, también pertenece: «Esta nunca ha tenido nombre de santo», dice orgulloso con una sonrisa.

LAZOS CON LA TIERRA / Francisco Acedo formó parte de la comitiva que recibió a la candidata autonónica de Unidas por Extremadura, Irene de Miguel; y al secretario de Sociedad Civil y Movimiento Popular de Podemos y diputado en el Congreso, Rafael Mayoral, quien contó, como le ocurre a muchos madrileños, que tiene lazos familiares con la región, concretamente con Talarrubias y Villanueva de la Serena.

La caravana electoral morada, ya a punto de terminar, hizo parada en su penúltimo día en el valle del Jerte para apoyar los cultivos ecológicos y la agricultura de montaña, «en la que Extremadura está a la vanguardia», aseguró De Miguel.

Junto a Rafael Mayoral, visitó la citada Cooperativa del Campo con mirada muy atenta a las diversas explicaciones.

En Podemos (el partido cambia tantas veces de nombre que los propios fieles electores se pierden) el marketing sigue siendo dar otra imagen, no tanto de cercanía -que también- sino de parecer uno más, como si ellos no fueran políticos (pero sí lo son y además ya tienen la experiencia de ocupar escaños).

La imagen de la visita la protagonizó, sin querer, Rafael Mayoral, cuando se llevó una cereza a la boca las cámaras fueron rápidamente a él. «Estas son las mejores», aseguraba De Miguel.

UNA COMUNIDAD ECOLÓGICA / La excursión al Jerte estaba organizada para volver a insistir en algunas de las medidas que llevan en su programa electoral, que, en términos generales, apuesta por una región ecológica (en el más amplio sentido).

Exigieron, de nuevo, establecer un precio mínimo para los productos del campo, en función de los costes de producción, para asegurar la rentabilidad de las explotaciones agrarias.

También una Ley de Venta Directa «que permita a los agricultores ir a los mercados locales y prescindir así, en cierta manera, de los intermediarios que son los que al final encarecen los precios».

Además, De Miguel subrayó que «es una injusticia que los cereceros del Valle del Jerte se hayan quedado fuera de la reducción de los tramos de IRPF, ya que ha sido la única zona a la que no se le ha hecho, a pesar de haber sufrido también los daños de las tormentas».

Y propuso recuperar el servicio de extensión agraria para asesorar a los agricultores, «y que no sean siempre las grandes empresas multinacionales de semillas o fitosanitarios las que terminen haciendo negocio con la agricultura».

Por su parte, Mayoral aseguró que «para que el mundo rural siga vivo, hay que fortalecer los servicios públicos para que la gente pueda vivir en buenas condiciones».

El discurso (y la teoría) lo tienen claro y machacado. ¿La práctica? De Miguel fue crítica, por ejemplo, con que los productos ecológicos no pueden ser gourmet, lo que significa tener que «pagar un alto precio para comer sano».

«¿Que qué es la agricultura ecológica? Pues la agricultura de toda la vida», respondía Francisco Acera.

CANSANCIo ARRASTRADO / Una de las palabras que más se ha repetido en esta campaña electoral que ya acaba es el cansacio. La candidata de Unidas por Extremadura lo reiteraba ayer tras la visita a la cooperativa. También, que echa de menos a sus tres hijos.

«Tengo ya ganas de que llegue el domingo por la noche para saber si los extremeños nos han dado su confianza». Conservar los seis escaños que ahora tienen sería un éxito. Aunque ella aspira a alguno más. «Hay mucha gente que ha votado a Pedro Sánchez en las generales que me ha dicho que en las autonómicas lo harán a nosotros porque quieren un gobierno de izquierdas».

En este sentido, Irene de Miguel insistió en que lo más honesto es que los electores sepan qué va a hacer el partido con su papeleta. Por eso volvió a tender su mano al PSOE para formar gobierno. «Pero ya se ha visto que Vara nos ve igual que a Ciudadanos, que le da igual unos que otros, como si fuéramos lo mismo, cuando los proyectos son completamente opuestos. Y debe decir qué va a hacer».

Pero los socialistas no se pronuncian sobre pactos; su apuesta es buscar la mayoría absoluta.