Qué hermoso cuadro escénico el que consiguió Merceditas Milá el otro día, en la gala de calentamiento del próximo --y quinto-- Gran hermano (T-5). Reunió a casi todos sus exratoncitos --"mis niños", como ella suele decir siempre-- y fue repasando lo que ha sido su vida desde que salieron de la jaula. ¡Ah! de la mayoría ya tenemos tremenda constancia: los vemos cada día enzarzados en sangrientas peleas televisadas. Pero, por ejemplo, de aquel pintoresco Rafa, que era religioso con hábito, no sabíamos si había regresado al silencio conventual: "Bueno, el seminario está ahí", dijo carraspeando, y añadió: "Pero ahora estoy muy bien fuera".

O sea, que la vocación sacerdotal del muchacho era flojilla, para qué nos vamos a engañar. En cuanto a esa pareja tan particular, la que conforman Fayna y Carlos --el Yoyas--, cabe advertir que ahora son poetas, lo cual no mitiga, sino que inflama más, el carácter guerrero del muchacho. De entrada, le pegó un meneo verbal a Merceditas que la dejó turulata. Le dijo que mucho hablar de "mis niños", pero que nunca se había ocupado de ellos ni nada. Y luego nos leyó el delicado poema Mala propaganda , subtitulado La puta fama , escrito por ellos mismos con rima enérgica y salvaje. ¡Ah! eso de la fama, visto desde la óptica de la ratomaquia, tiene retranca. Precisamente, aquel elemento tan curioso, Iñigo, el concursante que mejor se sabía extirpar las pelotillas de las fosas nasales, nos comunicó que había escrito un libro sobre el tema. Y lanzó una frase lapidaria. Dijo: "Los concursantes de GH viven una fama enfermiza. Cuando salen de la casa tienen que seguir enganchados como sea", y en la mayoría de las caras de sus compañeros se dibujaba hambre de plató y de cámara.

Concluyamos. La jaula aguarda y Merceditas nos comunicó que este año han habido cien mil aspirantes. Son pocos todavía. Un día llegarán a 40 millones. Todos dispuestos a enfermar de fama.