Un abrazo a los afectados de los atentados de Casablanca, Argel e Irak. El dolor de muchos no es consuelo de nadie, ni de los que alguien pretende que pasemos por tontos. Nadie se acordará de los afectados no occidentales, salvo la estadística, pero los sembradores de horror a la larga lo harán. Sus sufridores tienen una fuerza superior a su poder. Algún día ellos serán quienes tiemblen con nuestra fuerza. No hablo de belicismos, ni de armas.

Las razones del terror de Al Qaeda se diluyeron al nacer. Si pretendieron ganarse a alguien luchando contra el opresor, han errado esta vez. Igual que ETA otras tantas. Si atentas contra quien defiendes ya no podrás explicar el por qué de tu lucha. Un musulmán medio puede reírse de las torres gemelas, menos del Pozo, nada de Argel. Argelia y Marruecos han perdido 30 ciudadanos como nosotros y Al Qaeda ha perdido 30 millones de sonrientes, complacientes, simpatizantes. Cuando se levanten, comenzará el temblor. Es cuestión de tiempo y paciencia. Al romperse el corazón, se agiganta la capacidad de luchar contra el asesino.

Película del 11-M, historia cuarta: la caída del World Trade Center deja llegar luz a un edificio. Entonces un viejo comprende que su mujer está muerta. La creía viva porque no soportó su muerte. La luz le despierta y él llora mientras una flor casi marchita comienza a florecer. A lo mejor el Magreb despierta y florece, aunque el dolor preceda a la primavera. Vivir entre opresores y terroristas es demasiado calor para una olla a presión. La gente no cambiará un opresor por otro.