Vela que se apaga, vela que, con discreción y respeto, se retira. Atocha, que los ciudadanos convirtieron de forma espontánea en el santuario de las víctimas de los atentados, quiere volver a ser, simplemente, una estación de tren. Día que pasa, día que disminuye la cantidad de cirios, flores y carteles en memoria de las víctimas.

El aspecto exterior de la estación ya no es, ni de lejos, el de hace unos días. Dos o tres filas de velas rodeaban ayer la parte externa del vestíbulo cuando el pasado fin de semana la circunferencia iluminada sobresalía cuatro metros. En el vestíbulo interior, pese a que se mantiene una manta de cirios y flores, ayer ya había menguado sustancialmente su tamaño.

Fuentes de Renfe explicaron ayer que la afluencia de ciudadanos que acuden a hacer ofrendas ha disminuido sustancialmente.

A esta circunstancia se une la intención de Renfe, según informaron las mismas fuentes, de retirar "paulatinamente" el material. Con el objetivo, eso sí, de hacerlo evitando herir la sensibilidad de los madrileños, todavía a flor de piel.

Recuperar la normalidad

Fuentes de la red ferroviaria informaron ayer de que, además de retirar los cirios ya consumidos y apagados, se está procediendo a recoger los mensajes escritos que, de mil formatos y contenidos diferentes, penden de las paredes. "Todo este material está debidamente ordenado y guardado a la espera de que la ciudad tenga el monumento a las víctimas anunciado", explicaron fuentes de Renfe para añadir: "El luto oficial ya ha pasado y Atocha debe recuperar la normalidad sobre todo por las personas que trabajan allí".

Las mismas fuentes reconocieron, sin embargo, la dificultad de borrar de la red ferroviaria las huellas del atentado. Son muchos los ciudadanos que cada día se dirigen a la dirección para hacer las más variadas propuestas: desde esculturas conmemorativas hasta actividades musicales en las estaciones que fueron azotadas por los atentados.