En la plaza de Rentería donde conviven el ayuntamiento y la iglesia, los muros se oponen. En la fachada del consistorio, una pancarta dice ETA no . Justo enfrente hay un cartel con 21 fotos de presos originarios de esta pequeña ciudad guipuzcoana de 37.000 habitantes. Debajo de los retratos sólo aparece el nombre de pila, pero no hace falta más para acordarse de algunos de los etarras más conocidos, desde el antiguo número uno Iñaki de Rentería hasta Idoia López Riaño, la temida Tigresa .

En las escaleras de la iglesia, jóvenes y mayores sostienen pancartas con esas mismas fotos. Algunos son perfiles en negro, que representan a los huidos, en paradero desconocido porque la justicia les busca como terroristas o colaboradores de ETA. Debajo, dos frases: Askatasunik gabe, eskubiderik gabe . Sin libertad, sin derechos .

Cientos de personas se han juntado en la plaza, como cada viernes, después de la encartelada , una manifestación por las calles céntricas de Rentería. Las pancartas las llevan padres y madres, hermanos y hermanas. Pero también gente como Jon Gaztelumendi. Hace dos años regresó a su pueblo, que para la gente de Rentería se llama Orereta. Gaztelumendi pasó cinco años "en el exilio" y otros 19 en prisión. Le condenaron por cuatro asesinatos a principios de los 80, un par de secuestros y varios atentados frustrados.

Ahora reclama todos los viernes por el acercamiento de presos. "Cuando estás en prisión, te reconforta que la gente esté haciendo esto. No es sólo que no se olviden de uno, sino también que haya actividad". Gaztelumendi pasó esos 19 años encarcelado en Tenerife y Gran Canaria. "Nuestros padres no habían salido nunca del pueblo, y ahora estaban obligados a coger un avión hasta ahí, tan lejos, para ver a sus hijos".

Los etarras, por su parte, han dejado a lo largo de cuatro décadas más de 800 familias sin volver a ver a sus hijos. Pero los defensores del acercamiento no quieren mezclar esa parte dolorosa con el debate sobre los derechos de los presos, ya que, en teoría, cualquier asesino puede, por ley, cumplir su condena lo más cerca de su casa posible.

"Los presos siempre hemos sido un instrumento político --dice Gaztelumendi--. En la época más dura de la dispersión nos llevaron a Ceuta, Melilla y Canarias. Luego, como gesto, trasladaron presos a Cádiz, Sevilla y Algeciras, y podían decir que antes estábamos peor. Son puros cálculos".

La plataforma ilegalizada Aukera Herri coordina cada viernes esa marcha. "Tenemos a 30 personas de Rentería presas, y muchos refugiados. Sería un gesto no muy difícil empezar a acercarlos", dicen Santi Angulo y Eneritz Gurrutxaga.

Rentería, tradicionalmente con una mayoría del partido socialista, sigue siendo también un bastión de la izquierda aberzale, con un sinfín de pancartas y referencias a ETA. A la entrada de la Herriko Taberna la primera foto que saluda al visitante es la de Idoia López Riaño. Pero también aquí se celebra el alto el fuego. Para Jon Gaztelumendi, que en su época de preso fue designado por la dirección de ETA como interlocutor del colectivo ante el gobierno, "es una alegría. Pero no es una situación desconocida, ha habido más treguas. Se ha abierto una posibilidad, y hay que apostar para que salga adelante".

La lección de 1998

Angulo y Gurrutxaga dicen que la fallida tregua de 1998 servirá de lección, sobre todo para que "el pueblo participe activamente y no se quede esperando a que los políticos le solucionen el tema". Mientras, esperan que, además del acercamiento de presos, haya otros gestos. "La voluntad de ETA ha quedado patente, ahora ya no hay excusa para mantenernos ilegalizados. Si no arreglan esto, no hay voluntad", dice.

Gaztelumendi rememora algunas fechas para resaltar que los suyos también han sufrido. "Víctimas de nuestro pueblo ha habido muchas, en el 36, durante el franquismo... Eso, a veces, se olvida. Un pueblo tan pequeño como el vasco se organiza como puede y los soldados de este pueblo nunca han desfilado por Madrid".

Pero sí llegaron ahí, y a decenas de otras ciudades más, soldados con bombas y pistolas, causando unas víctimas de las que estos días se ha hablado mucho. Dice Gaztelumendi que "no se puede medir quién es más o menos víctima". El antiguo preso espera que este tipo de discusiones y comparaciones terminen pronto. "Hay que caminar hacia delante".