Fue una mala tarde para Rafá Zuhier, el confidente de la Guardia Civil que creyó que, una vez más, se saldría con la suya. La fiscalía sostuvo que Zuhier fue la figura "determinante" para obtener los explosivos, al haber servido de "intermediario" entre la denominada "trama asturiana" y el líder de la célula que perpetró la masacre, el suicida Jamal Ahmidan, el Chino. Al escuchar la acusación, Zuhier reaccionó con una mezcla de ira y estupor.