«Hay cada vez más hartazgo, pero también resignación. Es la sensación de ‘estos ya están otra vez’, pero sabemos que los dos nos necesitamos. No se divisa ruptura». Es la voz de un dirigente de Ferraz que resume el clima interno al cabo de una semana en la que se ha visto crujir, aún más, las costuras de una coalición, el matrimonio de conveniencia de PSOE y Unidas Podemos, de mala salud de hierro. Primero fue la acusación de los morados a Isabel Celaá de «falta de liderazgo» en el diseño de la vuelta al cole.

El reproche nunca se lo lanzó Pablo Iglesias a la titular de Educación durante el Consejo de Ministros, pero el malestar con ella sí existía y el partido quiso que se supiera. Y lo hizo poco antes de la comparecencia de Pedro Sánchez y de que el PSOE salvara a Iglesias de acudir al Congreso para aclarar la supuesta financiación ilegal de Podemos. La andanada irritó al PSOE y enturbió el ambiente. Los ministros morados Yolanda Díaz y Alberto Garzón sí defendieron con ahínco la labor de Celaá.

Pero el mayor choque, y el más trascendente, llegó el viernes, cuando Podemos vetó a Ciudadanos como socio de los Presupuestos Generales del Estado (PGE). A los socialistas, las declaraciones de los portavoces Isa Serra y Rafa Mayoral, avaladas por Iglesias, les pillaron fuera de juego. Por la «rotundidad» que ambos emplearon, porque suponía «subir dos escalones más» en el pulso interno que se libra en el Ejecutivo.

Desde Podemos defienden que Sánchez conocía de sobra la posición de su socio. El pasado lunes, ambos debatieron a solas sobre los PGE y mostraron sus cartas: el presidente, como creen su equipo, Ferraz y el PSOE, solo ve opciones de sacar las Cuentas con Cs e Iglesias quiere preservar la mayoría de investidura.

Sin embargo, en las últimas horas los morados han abierto una puerta, según pudo confirmar este diario: ante la «preocupación» por que Sánchez quiera «cerrar un acuerdo con Cs y sin contar con Podemos», exige que los PGE se pacten primero dentro del Gobierno, entre los dos socios, y que ese borrador se negocie, y primero, con los aliados de investidura, pero no se opone a que, si la bala de Esquerra falla, se hable con Inés Arrimadas. En Hacienda recuerdan que para elaborar los Presupuestos «se habla con todos los ministerios, incluidos los de Podemos».

Aunque la tensión fue mayor en marzo, cuando se desbocó la lucha de los morados con la vicepresidenta Carmen Calvo, el conflicto en torno a los Presupuestos es de mucho más calado: es la ley que puede dar estabilidad al Gobierno o, de fracasar, conducirle a elecciones. La legislatura pasa por las Cuentas de 2021, de ahí que en la parte socialista del Ejecutivo haya decidido que habrá que aprovechar el tren que pase. Y si es Cs, sea. «Es Pablo el que está en esa posición [maximalista]. Los demás [ministros morados] están bien. La aritmética es la que es y a ellos tampoco les interesa descarrilar; yo lo relativizaría bastante», indica una ministra de mucho peso. «Nos preocupa su deslealtad, pero no su posición», añade otro alto cargo del Ejecutivo.

Los avisos de Podemos no moverán, sin embargo, a Sánchez, que mantiene su meta de aprobar unos «Presupuestos de país», desideologizados y transversales, y todos sus pasos se encaminan a ese punto, desde su acto con empresarios de mañana hasta su despacho con Arrimadas el miércoles. En la Moncloa avisan de que el peso de Podemos se ha «debilitado» por su debacle electoral en las gallegas y vascas y los frentes judiciales. Sin embargo, insisten en que la coalición no se romperá, por la óptima relación de Sánchez e Iglesias y porque «se pulen las fisuras a todos los niveles». H