Mañana hay novedad en campaña. Mariano Rajoy se va a medir no ya con uno, sino con tres aspirantes a la Moncloa en un debate. Su participación será la forma más cristalina en la que hasta ahora haya reconocido el final del bipartidismo. ¡Y en un debate televisivo!, uno de los formatos que, según su entorno, más tenso pone a un veterano de la política que está más que bregado en el toma y daca del Congreso. Claro que el lenguaje y las formas que a sus señorías exige (o exigía) algo tan interpretable como el decoro parlamentario poco tiene que ver con los códigos de la tele.

El y sus asesores lo saben. Una cosa es el gusto por el plasma para interpretar un discurso preparado sin réplicas y otra el cara a cara(s) en directo durante dos horas y media. Prime time . Cinco cadenas españolas retransmitiéndolo y parte de la FORTA. El reto no es sencillo, pero todos en el PP son conscientes de que ni su fuerza ni el ambiente social en España son los mismos que el pasado diciembre. Al presidente en funciones le urge, como al resto de aspirantes, seducir al nutrido saco de indecisos que decidirá las elecciones.

Además ya no puede permitirse Rajoy enviar a su número dos, Soraya Sáenz de Santamaría, al debate a cuatro . Mucho menos cuando tanto se ha especulado con su posible sucesión, primero a raíz de la negativa de los grupos a pactar con él durante la legislatura fallida y después por haber sugerido Albert Rivera que si se repitiera el resultado los escaños naranjas bien podrían ser aval para un PP... sin Rajoy.

EXPERIENCIA Y "NOVATOS" Así las cosas, esta vez Rajoy ocupará su atril. Todos estarán de pie. Irá a exhibir experiencia y gestión frente a los supuestos novatos . A transmitir moderación ante los que cree radicales. En todo caso no podrá evitar los reproches e ironías que a buen seguro le caerán por, ahora sí, dignarse a debatir conjuntamente con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Rivera. Para eso dicen que también se está preparando a fondo. Para un "todos contra el PP y sus políticas" y una "especial virulencia" cuando toque hablar de su talón de Aquiles: corrupción.

Practica con la ayuda de Santamaría; su jefe de campaña Jorge Moragas; la secretaria de Estado de comunicación, Carmen Martínez de Castro y su sociólogo de cabecera, Pedro Arriola. Se encontrará sin duda con que sus tres adversarios unen fuerzas en ocasiones para reprocharle parte de lo hecho o de lo no hecho entre 2011 y 2015. Al fin y al cabo, quien tomaba entonces decisiones era él, y con mayoría absoluta. Habrá que ver si sale bien de la experiencia o no termina arrepintiéndose de haber elegido este formato de debate para una única ocasión en toda la campaña, sin segunda vuelta.

Con toda intención el equipo de campaña de Rajoy ha rechazado un enfrentamiento de tú a tú con el de momento jefe de la posición, Pedro Sánchez. Los populares buscan desinflar cuanto puedan al aspirante del PSOE por considerar que, de esa forma, será más fácil que unos socialistas con debilidad extrema apoyen una futura investidura de Rajoy La estrategia tiene un riesgo claro para los populares: pasarse de frenada. Además de investir a un presidente, después del 26-J hay que gobernar. Y sumar escaños.

Sánchez, cuentan los suyos, intenta no distraerse de su principal problema: la posible abstención de los que siempre votaron PSOE y de una parte de socialistas temporales o discontinuos que emigraron a Podemos en diciembre, se arrepienten, pero no se deciden a volver a los orígenes. Si alguien saldrá al plató en la noche del lunes con afán de conquistar a los que dudan será Pedro Sánchez. Le va la vida (política) en ello. Y el futuro de su partido, al que el CIS augura sorpasso de Podemos y un dilema que hiere de muerte: tener que elegir en caso de ser tercera fuerza entre Rajoy o Iglesias.

LA IMAGEN El anhela dar la vuelta a los vaticinios demoscópicos. Para el debate se prepara con su equipo de expertos y su Ejecutiva. "Hará un debate en positivo, aprovechando para explicar el proyecto del PSOE y cómo piensa solventar los principales problemas de los españoles: el paro, la desigualdad, las pensiones, la educación", explican desde su entorno. Se pretende dar imagen "presidenciable" frente a los que ahora, dicen los socialistas, buscan arrebatarles la bandera socialdemócrata para ocultar "la hoz y el martillo". Y evitar las salidas de tono --Sánchez se arrepintió de haber tachado de "miserable" a Rajoy en el cara a cara del 20-D--, pero recordando de quién es la responsabilidad de que siga Rajoy en la Moncloa.

Iglesias, por su lado, da "muchísima importancia" a un debate en el que participará Rajoy, "el único con el que él no ha debatido y con quien quiere confrontar programas. El y no otro es el adversario", añade alguno de sus colaboradores. Es evidente que medirá los ataques al socialismo para tratar de no perder el voto que de allí le vino y no espantar potenciales incorporaciones. "Habrá mucha audiencia y se mirará no solo qué proponen, sino cómo se relacionan los candidatos frente a posibles alianzas", subrayan los morados. El candidato de Unidos Podemos llevará los datos de lo hecho en los ayuntamientos del cambio.

En cuanto a Albert Rivera, se prepara para este debate junto a compañeros como José Manuel Villegas; Fernando de Páramo, Miguel Gutiérrez, Rafa Ruiz o su jefe de comunicación, Daniel Bardavío. Lo más complicado para el líder de los naranjas será hallar el equilibrio para no arriesgar en demasía y tampoco quedarse corto con una imagen "excesivamente institucional", uno de los fallos que su propio equipo detectó que le había perjudicado en los debates previos al 20-D.