Tres días de paseíllo, tres días escuchando como los mallorquines le gritaban "ladrón" y Jaume Mates nunca ha perdido la sonrisa ladina. Con esa mueca lo votaron el 51% de los isleños y con esa mueca lo podrán recordar cuando cuenten a sus nietos que otro expresidente --antes fue Gabriel Cañellas-- acabó en los juzgados. El viernes de madrugada, cuando finalizó su maratoniana declaración de 15 horas, salió serio. Solo se le desencajó el rostro cuando en la calle una mujer totalmente sola le gritó: "¡Ladrón, ladrón, ladrón!".

Matas llevaba una corbata de diseño decorada con pequeñas mallorcas. "¿Se la puso para reírse de nosotros?", se preguntaba el viernes una vecina. Y es en ese nosotros donde se encuentra la llave para entender lo que piensan ahora los mallorquines de Matas. El expresidente balear ya no está para los isleños entre su nosotros, aunque el juicio no haya empezado. Si algo detesta la sociedad mallorquina es la ostentación. Por norma, no se exhiben. Mallorca no perdona el ejercicio exhibicionista que han practicado durante los últimos siete años Jaume Matas y su esposa, Maite Areal.

Quizá la gota que colmó el vaso fue una humilde escobilla de baño, de hecho, nada humilde: el día que la isla supo que el matrimonio tenía una escobilla que costaba 375 euros y que, además, se llamaba Lulú, se estremecieron. "Es el colmo, es vulgar", dijo un hombre cerca del juzgado.

Ya se sabía que los Matas habían gastado en cuatro años (entre el 2002 y el 2006) cuatro millones de euros. Los isleños habían asistido en directo a la compra del palacete de Can Sales Menor (650 metros en el casco antiguo de Palma) y a sus rehabilitaciones millonarias. Conocían de sobras que veraneaban en Sa Colònia de Sant Jordi y que ella era habitual a sacar billetes de 500 euros en las mejores tiendas de Palma. Modelos caros, relojes Cartier, Rolex...

Ese tren de vida se intuía en las fotos y lo confirmó luego el registro del palacete de la Guardia Civil, que descubrió que, en solo cuatro meses, la alicantina se había gastado 66.000 euros en joyas. Además de Rolex, allí había 30 obras de arte, ocho televisores, sofás de diseño, una bodega con 500 botellas de vino, 150 trajes, 100 bolsos y 50 pares de zapatos. Pero la escobilla de 375 euros era demasiado, "el colmo". Para Matas, el lujo era un apéndice de su poder.

Hace 17 años, cuando Matas acababa de ser nombrado conseller de Economia por su padrino, Gabriel Cañellas, un periodista le preguntó qué pensaba de la corrupción. El parafraseó a José Luis Aranguren y dijo: "No son los políticos los corruptos, es la sociedad la que está enferma".

En aquel entonces, en la isla se habían desvelado tres casos de corrupción. Ahora, solamente la legislatura 2003-2007 suma 17. En esos cuatro años, mientras Matas era el presidente, su familia triplicó su patrimonio familiar. ¿Cómo lo hizo? Lo investiga el juez José Castro.

¿Cómo se movía? Lo sabe todo Mallorca. A Matas se le olvidó que en una isla todo se sabe. ¿De quién era nieto? "De un republicano", dice un abuelo palmesano. ¿De quién era bisnieto? "De un líder izquierdista y administrador del diario El Obrero balear . Un exiliado republicano que se fue en una barca a Argel y acabó en Italia", sigue el hombre. ¿Y cómo se movía? "El y su mujer, con billetes de 500 euros", señala una dependienta de Palma.

Como su amigo Eduardo Zaplanas, nació en 1956. El expresidente estudió Económicas en la Universidad de Valencia, donde conoció a su mujer, Maite Areal, también imputada en el caso Palma-Arena. Antes de ser funcionario, regentó la tienda de electrodomésticos de sus padres, Eléctrica Matas, e irónicamente pasó a formar parte del cuerpo de inspectores de Hacienda. Ahí lo conocían como en Jaumet de l´Elèctrica. Entonces vendía electrodomésticos de sus padres a sus compañeros, a buen precio y a plazos.

Nada tiene que ver ese joven