Hace un año --a finales de enero del 2010-- un informe de la vicepresidenta económica, Elena Salgado, decía que España debía ajustar su gasto a una etapa de menores ingresos. Y que ello forzaba una reforma de las pensiones. Por la crisis y porque la mayor esperanza de vida obligaba a que, para cobrar pensiones similares, hubiera que trabajar más. Por eso la edad de jubilación debía pasar de 65 a 67 años. Hubo un gran escándalo y el Gobierno rectificó en un documento enviado a Bruselas.

Después vino la crisis griega, y en mayo, José Luis Rodríguez Zapatero fue al Congreso a proponer un plan de austeridad: recorte del gasto, congelación de pensiones --excepto las mínimas-- para el 2011, rebaja salarial a los funcionarios, reforma laboral y de pensiones. Todo duro pero inevitable para que siguiera el Estado del bienestar. Para que España se siguiera endeudando al asumir un nivel de gasto superior --provisionalmente-- al de ingresos. La crisis ha conllevado un cambio brutal de expectativas en todo el mundo, y más en España, país que vio aumentar de forma espectacular su nivel de vida y que ahora debe podar su gasto para evitar el naufragio.

Es inevitable. España lo puede hacer ella misma o se lo impondrán los grandes de la zona euro desde Bruselas o Berlín. O expulsarán a España --y a otros países-- de la zona euro, lo que generaría gran inestabilidad económica y social.

Pero el Gobierno no lo explicó. Operaba correctamente, y con el visto bueno parlamentario, pero con miedo a comunicarlo. El resultado ha sido una gran caída de la popularidad del presidente y un desplome de la intención de voto socialista.

Es lógico. Nadie aplaude ni recortes ni menores expectativas. Pero el Gobierno que adopta esas medidas tiene el deber de explicarlas. A fondo y cuantas veces sea conveniente. Es algo que Zapatero olvidó. Pasó de profeta del optimismo total a cirujano del gasto social. Sin explicarse.

Ahora rectifica. Al empezar el 2011, el presidente ha decidido contar --no solo a las Cortes y a los círculos dirigentes, sino también a los ciudadanos-- las razones del ajuste. No son sacrificios voluntarios sino esfuerzos obligados. Por eso es bueno que el lunes fuera a Antena 3 (¡por fin!) a explicar la inevitabilidad de alargar la edad de jubilación. Quizá no le sirva para recuperar credibilidad o expectativas electorales. Pero es esencial en una democracia explicar las decisiones que se toman y sus razones.

Aplicar la política económica correcta, aunque sea impopular, y no explicar los porqués es irracional: el Gobierno asume el coste de la impopularidad y renuncia a cualquier beneficio pedagógico. Zapatero, con 11 meses de retraso, rectifica. Quizá le sirva de poco, pero no lo hizo mal. Gobernar también es explicar.