El Gobierno tomó nota de la «hostilidad» y la «tensión» que latían tras los abucheos que se llevó Pedro Sánchez el lunes en su visita sorpresa a Barcelona. No agradaron, pero entraban dentro de lo previsible y desde luego no es lo que más inquieta al Ejecutivo, que tiene la mirada puesta en Quim Torra. Altos cargos gubernamentales consideran que la evolución del maremágnum político y social desencadenado tras la sentencia del procés dependerá de la resistencia del Gobierno catalán.

En la Moncloa están convencidos de que el presidente Torra está cada día más aislado y que decisiones como la investigación a los Mossos o una nueva resolución que invoca a la autodeterminación son maniobras desesperadas de un independentismo sin una hoja de ruta para salir de esta crisis.

UN «LUNÁTICO» / Bajo este análisis, el gabinete del presidente socialista en funciones Pedro Sánchez pone los dardos en Torra, subraya su «fragilidad» y trata de cercarle, de etiquetarle como un interlocutor desautorizado pero, también, como un «lunático» capaz de arrastrar al Parlamento autonómico de Cataluña incluso a la desobediencia en su obcecación por hacer historia.

Mucho de esta lectura tiene que ver con que Sánchez no haya cogido el teléfono al president en ninguna de las cinco llamadas que le ha hecho desde el fin de semana y con las críticas que los ministros vierten a diario. El Gobierno intenta evidenciar que Torra resiste, pero ha perdido su legitimidad; que es capaz de arrancar una propuesta de resolución en el Parlament, pero tarda una semana en conseguirlo; que logra una investigación a los Mossos, pero que eso únicamente demuestra que no acaba de condenar tajantemente la violencia porque no controla la calle. Ni el Govern. Ni el rumbo del independentismo.

El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, le envió el enésimo recado ayer, tras un debate en la Cámara catalana que puso a los Mossos en el ojo del huracán. «No confundamos el debate», le dijo, «en lo que tenemos que gastar los demócratas las energías es en evitar que los violentos radicales sigan perturbando el orden». Y acotó quiénes son los responsables de los disturbios. «Aquí no hay dos violencias. Aquí hay una violencia exclusiva, la de los violentos radicales, la de los independentistas violentos. La policía se ha limitado a ejercer el uso legítimo de la fuerza para garantizar los derechos de toda la sociedad», señaló, en una defensa cerrada de la actuación de los Mossos.

Quien puso palabras a la percepción que el Gobierno tiene de Torra fue el ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, que se refirió a él como «lunático» que en lugar de velar por el conjunto de los catalanes en un momento de convulsión está obsesionado por «cómo va a pasar a la historia».

PENDIENTE DE JUICIO / ¿Y cómo va a pasar a la historia? El Ejecutivo evita augurios, pero recuerda que tiene pendiente un juicio que podría terminar en inhabilitación y que recurrirá la nueva resolución del legislativo catalán. «Diputados independentistas del Parlament, quien cruce la frontera de la ley se va a encontrar la respuesta serena y firme del Estado democrático de derecho», advirtió Sánchez desde Segovia.

Mientras los acontecimientos se suceden, a la espera de lo que ocurra en un fin de semana en el que Interior prevé que pueda haber «picos de violencia», el Gobierno mira a ERC. Son múltiples las voces próximas al presidente que quieren ver en el camino hacia la moderación de los republicanos la posibilidad de que dejen caer a Torra rompiendo el Govern y provoquen un adelanto electoral.

Tras las urnas, sostienen, los de Oriol Junqueras -quien, por cierto, ha descartado completamente el indulto afirmando «que se lo pueden meter por donde les quepa»- podrían tejer alianzas más allá del independentismo, como ya ha apuntado el líder republicano. Si se abre una nueva etapa en Cataluña, asumen en el Ejecutivo, pasa por que ERC consiga su ansiada hegemonía y de esta manera sea capaz de sumar con fuerzas no independentistas, sin JxCat.