María San Gil tiene claro que la estrategia de su partido ante las próximas elecciones vascas debe centrarse en atacar al PSE presentándole como tibio con el PNV. Buena alumna de Jaime Mayor Oreja y de sus filias y fobias, la táctica de la presidenta del PP vasco es acusar a los socialistas de apostar por más nacionalismo y por más negociación con ETA. Por eso no es de extrañar que esta licenciada en filología bíblica trilingüe no quiera saber nada de aproximaciones al nacionalismo.

Presidenta del PP vasco desde noviembre del 2004, nunca ha cuestionado en público ni una sola decisión de la cúpula del partido. En justa correspondencia, todos los dirigentes populares han cultivado un apoyo expreso a su figura, hasta convertirla en la heroína vasca del partido. María, como le gritaban los seguidores que en Madrid o Pamplona seguían las manifestaciones promovidas por el PP, siempre ha tenido el apoyo de Génova.

Desde 1995, cuando fue testigo directo del asesinato de su amigo y compañero Gregorio Ordóñez en San Sebastián, se ha batido en cobre por el PP. Un cáncer de mama la apartó de la política durante cinco meses el pasado año, pero retomó la actividad con renovada fuerza. Cada viernes en el Parlamento logra que el lendakari se irrite un poco más con ella y su partido.