"No os acerquéis, que igual es una bomba". El comentario precavido de uno de los empleados de la empresa Skill Soft --perteneciente a la consultora Steria-- sirvió de poco. Cuando estalló el coche bomba en la calle Ribera del Sena, varios de sus compañeros se habían acercado a las ventanas para ver qué estaba haciendo tanta policía delante de su edificio. Los cristales de las ventanas les cayeron encima pero también se desprendieron sobre sus cabezas los falsos techos, tubos fluorescentes y los biombos que separan las oficinas.

Para definir la explosión, los testigos hablaron de "terremoto" y "zurriagazo". Vicente Gozalbo trabaja en la empresa Bull, en la segunda planta del edificio. Nacido en Valencia, comparó el ruido de la bomba con la traca que cierra "una masclet , pero más fuerte". Luego vio la columna de humo que salía del amasijo de hierros en que se había convertido el coche y notó "olor a vinagre".

Media hora antes del estallido, Gozalbo se había fijado en el Renault 19 blanco aparcado delante de la entrada del aparcamiento. Estaba justo en el sitio donde él deja su coche cada día y pensó que algún compañero "le había quitado el sitio".

Protestas de afectados

Muchos de los afectados mostraron su enfado porque no hubo tiempo para desalojarles antes de la explosión. "Pero ¿esto no se hace al revés? Lo lógico es que primero te desalojen y luego llegue el bombazo. Nadie nos ha dicho nada antes, ni siquiera que había un aviso", protestó un empleado de una oficina de Correos cercana. Lo mismo comentaban los huéspedes del hotel Sofitel, donde se atendió a los primeros heridos hasta que llegaron los efectivos del SAMUR.

Contra la mesa

La onda expansiva provocó que las sillas de oficina se movieran y lanzaran a sus ocupantes contra la mesa o la pared. El bloque, cuya fachada es de cristal, se llama Las esferas gemelas y en él se encuentran las oficinas de Steria, Bull y la compañía de seguros Génesis. Pero casi todos los empleados que trabajan en él --cerca de 150-- se refieren a la zona circular como "la bola".

Cecilio Pinto, analista informático de Steria, tiene su mesa frente a uno de los ventanales aunque ayer se ahorró el susto porque salió de la oficina para ir al banco. "Siempre salgo sobre las once porque hace menos frío pero hoy me he ido a las ocho y media y no me ha pillado de milagro", explicó.

Una hora después, se encontraba detrás del cordón policial, y llamaba por su móvil para saber cómo estaban sus compañeros y cuándo podía volver a entrar en la oficina.

Rafaela Sánchez también buscaba a su hermana María. "Estaba citada a las nueve y media para firmar un contrato y no sé nada", relataba angustiada. Pasadas las diez y media consiguió hablar con ella y se tranquilizó: estaba bien.