Hace poco más de un año y medio, el presidente Zapatero sacaba pecho, anunciaba que habíamos sobrepasado a Italia con nuestro PIB y que Francia estaba al alcance de la mano. Después negó la crisis hasta la extenuación. Se deshizo de Pedro Solbes, demasiado conservador. (¿Qué estará pensando hoy el viejo profesor?). Presumió de la fortaleza del sistema financiero español cuando los grandes bancos del mundo se tambaleaban. Diseñó el plan E, que cambió las aceras de toda España. Y siguió negando que esta tragedia de cuatro millones y medio de parados fuera algo más que un nubarrón. Ese optimismo testarudo le hace a Zapatero deshacerse de quienes tienen criterios contrapuestos a los suyos; o de todos los que tienen pensamiento propio.

Y llegó el lobo tan anunciado. Se lo había dicho el gobernador del Banco de España, los organismos internacionales y, naturalmente la oposición, pero eso es otra cuestión. Ahora peligra la supervivencia del sistema de pensiones y peligra la economía misma. Nubarrones para un déficit que ha superado el 11%; unos presupuestos generales que, cuando aún no ha terminado enero, no sirven ni para ponerlos en una estantería.

La urgencia: tranquilizar a los mercados internacionales, cuando los gurús del liberalismo están reunidos en Davos. Ahorrar 50.000 millones en los próximos tres años. Y, ¿cómo se sostienen ahora los gritos contra los poderosos, el desdén contra los realistas y las promesas sociales? Ser el Capitán Trueno también requiere prudencia en los comportamientos. Ahora las medidas se anuncian sin comunicárselas a todos los ministros, sin hablar con los sindicatos, y cuando el plan de economía sostenible parece una pieza de museo. El problema de las medidas anunciadas no es que sean acertadas o no; la cuestión es saber si esta última improvisación del ministro de Economía en funciones que se llama José Luis Rodríguez Zapatero es definitiva o será sustituida en la primera ocasión que se lo demande.

Por delante, unas semanas apasionantes para la dialéctica económica entre quienes se oponen a las medidas del Gobierno, es decir todos, y la capacidad de la ministra Elena Salgado para dar la impresión de que pinta algo y sabe lo que se trae entre manos. El lobo, la gran amenaza para la economía española, ya está aquí.