El omnipresente Txeroki ha terminado ya su fulgurante carrera en ETA. Se ha truncado la jefatura de un rudo activista de 35 años curtido en la violencia callejera y sin preparación política que se aupó a la dirección por la necesidad de cubrir vacantes, pero que fue capaz de truncar la esperanza puesta en un embrionario proceso de paz al dar la orden de atentar contra la terminal de Barajas. Aleccionado en Francia por los jefes etarras Mikel Albisu, Antza, y Soledad Iparragirre, Anboto , ha logrado mantenerse cinco años en la dirección de los comandos dando órdenes y controlando la banda.

La prueba de la escasa ambición intelectual de este bilbaíno, criado en el populoso barrio de Santutxu, es que nada más concluir sus estudios --en la ikastola El Karmelo primero y en el Instituto Gabriel Aresti-- se empleó de camarero en un local de la izquierda aberzale. Desde él podía hacer lo que más le apasionaba: actuar y controlar. Lo que ha caracterizado su forma de actuar en unos tiempos turbulentos para ETA en los que él inculcó en los comandos que la respuesta siempre es la violencia, o más violencia, frente al criterio de veteranos como José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera .

Fuentes policiales cuentan que eso es lo que ocurrió cuando en diciembre del 2006 y durante el teórico alto el fuego indefinido, dio el visto bueno para el atentado en la T-4 de Barajas, que acabó con la vida de dos personas. También le señalan como artífice y responsable del asesinato de dos guardias civiles en Capbreton, en diciembre del 2007. Este atentado encendió las alarmas en Francia. Y es que tanto el hecho de tirotear a unos agentes españoles en suelo francés como el de poner patas arriba una tregua respondían a decisiones que rompían con el modus operandi de la banda. Un advenedizo como Txeroki daba pruebas de poderío.

ESCALAFON Porque el Indio (otro de sus alias) no era nadie en ETA cuando Josu Ternera trajinaba ya la tregua de 1989 para las conversaciones entre el Gobierno y la banda en Argel. Sin embargo, ¡lo que son las cosas!, mientras Urrutikoetxea se empleaba como parlamentario en Vitoria, Txeroki impulsaba su meteórica carrera en el escalafón orgánico de la banda terrorista.

Sus inicios como colaborador datan del final de los noventa. En el 2000 se enroló como miembro de un comando que suma varios atentados con explosivos en Vizcaya. Su huida a Francia se produjo poco después de participar en el asesinato del juez Jose María Lidón (2001) y colocar una bomba en el coche del hoy diputado socialista Eduardo Madina, en febrero del 2002.

Acogido por Antza y Anboto, que colaboraron en su adiestramiento, se convirtió en ayudante del responsable de comandos, Gorka Palacios. Cuando este fue detenido en diciembre del 2003, Txeroki cubrió la plaza.

Al frente del aparato militar, Txeroki dio el campanazo en el 2004. Redactó un polémico documento interno que cuestionaba la estrategia y a los responsables de los comandos. Y recibió más de una crítica del aparato político y de sus compañeros. Se propuso entonces imponer su estilo. No solo daba órdenes, sino que adiestraba a los terroristas, trasladaba material, acompañaba a los aprendices... Lo hacía todo, y cada vez que se producía una detención, el nombre de Txeroki era el primero que se ponía sobre la mesa. Aunque como jefe del aparato militar se atribuye a Txeroki una preocupación obsesiva por la seguridad, lo cierto es que bajo su mando se han producido detenciones muy notables. De hecho, solo hace seis meses del arresto de Xabier López Peña, Thierry , identificado como responsable de la dirección del aparato político. Igualmente, en las últimas semanas han caído comandos en Vizcaya y Navarra.

EL RELEVO Dos de sus lugartenientes, Oihan Barandalla y Asier Ezeiza, fueron detenidos en enero y julio en operaciones de la policia francesa en Cahors y Dijon, aunque un tercero, Aitzol Iriondo, continúa huido y con posibilidad, por tanto, de afrontar ahora el relevo.

La banda anunciaba en un comunicado hace apenas unos días su disposición a seguir matando, puso nombre y apellidos a sus objetivos y se conjuró en obligar al Gobierno socialista a sentarse de nuevo a negociar. Sin embargo, ayer perdió a uno de sus últimos mitos.