Aunque la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, estaba entusiasmada tras su entrevista con su colega marroquí, Mohamed Benaisa, de esa fuente no manó ni gota. Lo embajadores no volverán todavía. El problema de la emigración ilegal ni siquiera fue evocado; del Sahara, ni mencionarlo. Todo quedó en unos grupos de trabajo y en volver a verse a principios del año próximo. El simple hecho de que Mohamed Benaisa se trasladase a Madrid colma el entusiasmo de la ministra. Quizá no sea mucho, pero sí es el principio de una solución.