El papel del Gobierno mauritano negándose a ceder al chantaje de los salafistas es clave para entender por qué el secuestro de Roque Pascual y Albert Vilalta ha sido el más largo de la historia de Al Qaeda. Mauritania no solo se negó durante meses a liberar a uno de los hombres de confianza del cerebro del secuestro, cuya entrega era una de las condiciones del rescate, sino que condenó a muerte a los salafistas que asesinaron a cuatro turistas de nacionalidad francesa.

Los motivos de la resistencia de Mauritania a colaborar en la resolución del secuestro no están claras. Algunas fuentes sostienen que para este país fue una humillación que España eligiera como mediador a Mustafá Chafi, un opositor al actual régimen mauritano que se exilió a Burkina Faso tras el golpe de Estado del 2007. Sea cual fuera la causa, lo cierto es que la actitud de Mauritania empezó a cambiar cuando la diplomacia española aceptó la incorporación de un nuevo mediador, Mohamed Boumatou, un influyente hombre de negocios mauritano, multimillonario y, lo que es más importante, amigo personal del presidente del país, Mohamed Ould Abdelaziz.

El se encargó de convencer a la máxima autoridad de Mauritania de que era necesario liberar al salafista Omar Sid´ Ahmed Uld Hame, condenado a 12 años de prisión por su participación en el secuestro de los cooperantes, para desbloquear la liberación de estos. Con el gesto, Mauritania podía, además, recuperar la credibilidad internacional tras el fracaso de la operación de liberación de un rehén francés, Michel Germaneua, degollado hace dos semanas por otra célula de Al Qaeda.

UNA SEÑAL INEQUIVOCA El comunicado hecho público por el líder de esta célula, el argelino Abu Zein, tras la muerte del rehén fue precisamente el que puso sobre aviso a los servicios de inteligencia españoles de que las negociaciones con el captor de los catalanes, Mojtar Ben Mojtar, iban por buen camino. Abu Zein instaba a este a no ceder a las presiones de Occidente y le pedía incluir entre las exigencias del rescate a los ocho salafistas encarcelados en el presidio de Nuakchot, la capital mauritana. Señal inequívoca de que los captores habían decidido ceder. Poco después, los mediadores comunicaron al Gobierno español: "Las cosas van por buen camino y estarán en casa antes del final del Ramadán".

Los captores tenían ya en ese momento la garantía de que el presidente mauritano excarcelaría al preso salafista. Pocos días después, el lunes de la pasada semana, Omar Sid´ Ahmed Uld Hame fue liberado y extraditado a Malí. España ya había cumplido una de las condiciones.

SIETE MILLONES Fuentes militares mauritanas aseguraron ayer que también se habían abonado ya los siete millones de euros incluidos en el paquete negociador, que habría que sumar a los tres que se pagaron por la libertad de Alicia Gámez.

Solo quedaba organizar la puesta en libertad de la que debía encargarse el mediador Mustafá Chafi. Este llevaba ya varios días a la espera en la zona, cuando ayer trascendió que había recogido a Vilalta y a Pascual tras serle entregados por los secuestradores y los estaba llevando a Burkina Faso.