Hace un par de días, en Vigo, justo antes de volar hacia las islas Seychelles, los 14 marineros que ahora tomarán el relevo de los 36 tripulantes del Alakrana liberados después de un secuestro que ha durado 45 días dijeron: "No queremos ni imaginar cómo va a estar el barco". Desde fuera, ayer en la capital del archipiélago, Victoria, cuyo puerto fue la primera tierra que pisaron los pescadores tras su "infierno", el Alakrana mostraba idéntico aspecto al de otras naves del mismo tipo: grande y limpio. El interior es otra cosa, pues los piratas somalís arramblaron con absolutamente todo lo que transportaba el barco, incluidos los colchones, pero a ojos de los familiares de los nueve marineros gallegos que se desplazaron hasta el Índico –los de los vascos rechazaron la oferta del Gobierno de llevarles en un avión de la Fuerza Aérea– ese era el mejor lugar posible para pasar las primeras 12 horas con sus maridos o padres.

Cada uno contaba con una habitación reservada en Le Meridien, un hotel de altísimo nivel –precio de un zumo de piña: siete euros– pegado a una playa tan idílica que parece irreal, pero los familiares, la inmensa mayoría esposas, dijeron que no. Quizá porque querían saber de verdad qué habían sentido los secuestrados, porque deseaban que les hicieran un recuento de su historia donde ocurrió su historia, las mujeres recibieron a sus maridos en el muelle, les abrazaron, besaron y lloraron para después, pasada solo media hora, subir todos juntos al Alakrana y ya no volver a salir del atunero hasta que llegó la hora de que el avión les llevara de vuelta a España.

ESPIRAL ARMAMENTÍSTICA

Dentro de unos cinco días, el Alakrana volverá a hacer aquello para lo que fue construido: pescar atunes. Esta vez, sin embargo, llevará a bordo a cuatro agentes privados con armas de largo alcance, algo permitido desde que el pasado 30 de octubre el Consejo de Ministros abriese esa puerta mediante un real decreto y que, según expertos en seguridad marítima, puede abocar el conflicto en estas aguas del Índico a la carrera armamentística: al tener que enfrentarse a las nuevas ametralladoras de las naves, los bucaneros comprarán armas más sofisticadas y potentes –dinero tienen–, y sus desembarcos y tentativas de captura serán, entonces, más sangrientos, lo que a su vez hará que los atuneros tengan que aumentar aún más su seguridad.

Los 14 marineros gallegos que, junto a otros de distintas nacionalidades, relevarán a los exsecuestrados arrastraron sus ligeras maletas por la rampa del Alakrana poco antes de que el hasta ahora patrón, Ricardo Blach, tan delgado que se le marcaban los pómulos, explicase que no volverá a navegar en la nave. "Yo ya dije que este era mi último viaje –contó–. Iba a retirarme hace tres meses por presiones de mi familia. Pero, como un favor al armador, que es muy joven, volví a embarcarme".

"¿Hay algún otro tripulante que también haya decidido no volver a faenar por aquí?", le preguntaron. "Hay algunos que sí lo dicen, pero creo que eso es ahora, en caliente. Todo depende de si encuentran un trabajo en tierra, pero, si no lo hacen, que se vengan al Alakrana, que hay mucho pescado".

"¿Cómo explicaría todo lo que le ha pasado en estos 47 días?"

"Ha sido la experiencia más dura de toda mi vida. Quiero dar las gracias al Gobierno, a la diplomacia y a la Audiencia Nacional por habernos sacado de este infierno".

"¿Le pegaron los piratas?"

"Sí. Nos han maltratado y, a mí, el que más. Como yo era el que más entero parecía, me pegaban y me ataban para que me viniera abajo".

LA BALA DEL PIRATA

El Alakrana, escoltado por la fragata Canarias, atracó en el puerto de Victoria a las nueve de la mañana hora local (seis de la mañana en España), y sus tripulantes, tras el reencuentro con los familiares, fueron sometidos a un examen médico y psicológico. Un marinero sufría una angina de pecho y otro, un cólico nefrítico, pero según el armador, Kepa Etxebarria, todos se encuentran "bien".

Etxebarria dijo que, durante los 45 días que duró el secuestro, hablaba con los piratas "cuando ellos querían", y que no le constaba que el pago del rescate –cifrado en 2,3 millones de euros– se hubiese llevado a cabo lanzando el dinero desde el aire. Después se subió también al barco, con sus trabajadores.

A las once de la noche hora local, todos juntos, despegaron del aeropuerto de Victoria en el avión de la Fuerza Aérea, que alrededor de las ocho de la mañana de hoy aterrizará en la base de Torrejón de Ardoz.

En tierra quedó Wilson Pilate, el único tripulante seychellés del Alakrana, mostrando con orgullo a los visitantes la bala que le regaló uno de los piratas, del que se hizo amigo. "Incluso me preguntó si quería su número de teléfono, pero le dije que no". Pilate, que lleva 17 años navegando, sí tiene ganas de volver a embarcar. "Cuanto antes", dice.