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El pasado 14 de julio, durante el debate sobre el estado de la nación, José Luis Rodríguez Zapatero sacó su vena más lírica para responder a Josu Erkoreka. "Nos falta profundidad en el amor", le dijo, riendo, el presidente del Gobierno al portavoz del PNV en el Congreso. Ahora ya no. Ahora Zapatero está a salvo. El amor fue sellado ayer y, efectivamente, es profundo. Consiste en el apoyo de los seis diputados nacionalistas vascos a todas las leyes económicas del Gobierno durante el resto de la legislatura --incluidos los presupuestos generales del Estado y la tan denostada congelación de las pensiones-- a cambio de que el Ejecutivo traspase a Euskadi 20 políticas que se encuentran en el Estatuto de Gernika, apruebe un paquete de inversiones directas en la comunidad valorado en 112 millones de euros, y que el grupo socialista vote a favor de algo tan simbólico como que el topónimo oficial de las provincias vascas sea en euskera.

Como en casi todas las buenas historias de pasión, en esta senda del querer hay algún despechado. Sobre todo el PSE, que ve cómo el PSOE cierra un acuerdo hasta las elecciones del 2012 con su rival político en Euskadi, y ellos se quedan sin su principal discurso --el del desarrollo del texto estatutario--, lo que les expone a que los nacionalistas les digan que si Euskadi avanza en autogobierno, es gracias a ellos.

Pero también CiU sale perjudicada, pues ahora que el Gobierno ha escogido pareja fija --o parejas: ayer también se granjeó el apoyo de los dos diputados de Coalición Canaria--, su peso político y capacidad para negociar traspasos es bastante menor.

Las transferencias a Euskadi son 20. La principal es la de las