Mariano Rajoy echó mano ayer de su flema galaica para evitar un encontronazo con José María Aznar, presidente de honor del PP. El jefe del Ejecutivo esquivó varias preguntas de la prensa sobre el ataque que le ha dirigido el que fuera su mentor y la posibilidad de que vuelva a la política para no avivar el debate. Y quiso insistir en una idea: el que lleva las riendas del Gobierno ahora es él. "Tengo por norma no comentar jamás las opiniones de expresidentes ... Hago con mi Gobierno lo que creo que debo hacer", dijo en un intento de mostrar indiferencia.

Rajoy, que ayer estuvo unas horas en Bruselas para participar en un Consejo Europeo, no quiso siquiera confirmar si vio la entrevista de Antena 3 y se fue de la sala donde ofreció la rueda de prensa con una sonrisa forzada, consciente del nuevo frente que le ha abierto Aznar al hacer una enmienda a la totalidad de su gestión.

El jefe del Ejecutivo sí dejó claro que sabía perfectamente lo dicho por su antecesor al frente del PP y se mostró decidido a mantener el "rumbo" económico marcado. Pese a los reproches lanzados por Aznar sobre la subida de impuestos y el incumplimiento flagrante del programa electoral del partido, el presidente se volvió a mostrar seguro de que ha colocado a España "en el camino de la recuperación". "Y, por tanto, no voy a cambiar la política", añadió en lo que se pareció más a una respuesta directa al expresidente.

Rajoy recordó los principales desequilibrios económicos que se encontró a su llegada a la Moncloa (déficit público, inflación, déficit del sector exterior, deuda externa y problemas del sistema financiero) y destacó la celeridad de sus reformas. Incluso intentó encajar las reprobaciones. "A unos les gustan, a otros no, son decisiones sobre las que se puede opinar y la gente hace bien en opinar", afirmó.

EL PSOE Acostumbrados a la marejada en la que sigue inmerso el PSOE, y a la disciplina militar de la que suele hacer gala el PP, lo que ocurrió ayer en el Congreso fue extraño. Esta vez eran los conservadores quienes habían plasmado su división (algo ciertamente meritorio, tratándose de un partido con mayoría absoluta y apenas 16 meses en el Gobierno), y los socialistas no dudaron en hurgar en la herida.

Su portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez, le dijo a la vicepresidenta que el Ejecutivo estaba "cada vez más acorralado", ya que no escuchaba "ni a la oposición ni a su propio partido", donde "las críticas son cada vez más abiertas". En su respuesta, Soraya Sáenz de Santamaría dijo que necesitaría "más de dos minutos y medio" (el tiempo que duran las intervenciones en la sesión de control) para explicar lo que ocurre en el PSOE.

A partir de aquí, todo fueron descalificaciones a Aznar en el bando de la oposición. La número dos de los socialistas, Elena Valenciano, señaló que su hipotético regreso le parecía "una mezcla del túnel del tiempo y el túnel de los horrores". Desde IU, su coordinador general, Cayo Lara, recordó que el expresidente "dejó una guerra", en referencia a la de Irak.

Por parte de CiU, Josep Antoni Duran Lleida sostuvo que el actual jefe del Ejecutivo "no se merece" las palabras de Aznar. Y Rosa Díez, líder de UPD, se preguntó si el antiguo líder del PP "se había ido" en algún momento de la actual política.