Cuando Alfredo Pérez Rubalcaba se reunió con Artur Mas en Barcelona, a finales del pasado octubre, el presidente catalán le confió al secretario general del PSOE, según fuentes socialistas, que nunca, en ningún caso, celebraría una consulta ilegal. "Mas va a cumplir su palabra", señalaron ayer en el entorno del líder de la oposición. Media hora después de que se anunciaran las dos preguntas, Rubalcaba compareció para trasladar un mensaje de absoluta tranquilidad. Primero, porque está convencido de que el referendo no se llevará a cabo. Segundo, porque sabe que Mariano Rajoy piensa lo mismo que él. Tercero, porque considera que ha quedado claro que el derecho a decidir no es otra cosa que el derecho de autodeterminación. Y cuarto, porque ahora, a diferencia de hace solo un mes, el PSC se ha apeado del frente soberanista.

"Mas ha planteado un referendo de autodeterminación con el que no estamos de acuerdo. Está llevando a Cataluña a un callejón sin salida", dijo el líder del PSOE antes de subrayar que, sobre la secesión, Rajoy y él lo tienen "todo hablado".

A diferencia de algunas voces del Gobierno y el PP, los socialistas no son partidarios de "suspender la autonomía, invadir Cataluña y detener a Mas". Al contrario, creen que ahora se abre la vía que ellos pactaron a comienzos de este verano, la del federalismo, y esperan, también, que el Gobierno recoja el guante. Aunque sea con timidez. El entorno de Rubalcaba recuerda que a comienzos de esta legislatura, cuando la deriva independentista comenzaba a tomar forma en Cataluña, el líder del PSOE trasladaba al jefe del Ejecutivo su profunda preocupación por este hecho y Rajoy le miraba como si fuese "un extraterrestre". Ahora ya no.

Los socialistas reconocen que el debate político se centrará, aún más si cabe, en la consulta. Pero creen que si logran que el Gobierno se mueva pueden romper la dinámica. Tras las elecciones europeas de finales de mayo, ven posible que Rajoy se abra a tocar parcialmente la Constitución. Por ejemplo, a reformar el Senado. Sería poca cosa en comparación con las ansias de buena parte de la sociedad catalana, admiten, pero supondría un primer paso para encauzar esta situación.