Pedro Sánchez basó su moción de censura y su acción de gobierno posterior en Unidas Podemos más que en ninguna otra fuerza. Pero ahora, después de las elecciones generales del pasado 28 de abril, en las que los morados bajaron de 71 a 42 diputados, cuando el presidente en funciones se dispone a negociar su investidura apelando tanto al partido de Pablo Iglesias como al PP y a Cs, las cosas han cambiado. «Se abre una nueva etapa», dijo ayer, tras el Consejo de Ministros, la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá. Podemos ya no es el «socio preferente» que fue, insistió la portavoz, buscando dejar sin espacio a Iglesias para que, al final, se vea forzado a apoyar a Sánchez sin que haya un Gobierno de coalición como el que reclaman los morados. El propio Iglesias respondió justo después, cargando contra las «faltas de respeto».

«Con Unidas Podemos hemos trabajado durante todo el año en políticas sociales. Ha sido el socio preferente. Pero ahora tenemos una nueva etapa, en la que apelamos a la responsabilidad de otras fuerzas políticas», dijo Celaá en la Moncloa.

NUEVA FASE / La forma de Sánchez de encarar sus negociaciones de investidura, tras recibir el jueves el encargo del Rey de intentar formar Gobierno, ilustra bien esta nueva fase. El líder socialista se entrevistará el martes no solo con Iglesias, sino también con Pablo Casado y Albert Rivera. La dirección del PSOE asume que es muy difícil, casi imposible, lograr que conservadores o naranjas se abran a una abstención, algo que libraría al PSOE de tener que negociar con grupos minoritarios como el PNV, Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria. Pero Sánchez quiere armarse de razones antes de acudir a estas fuerzas, subrayando que no ha tenido más remedio, ante el portazo del PP y Cs.

«Queremos que Unidas Podemos siga siendo socio porque el Gobierno va a hacer políticas progresistas. Esperamos que las terminales de esas políticas sean con Podemos, pero también con otras fuerzas políticas. Abramos el abanico. Se abre una nueva etapa porque se amplía el abanico del número de agentes políticos. Nos gustaría que el PP y Cs aportaran esa parte de estabilidad que les corresponde. Si no queremos que el Gobierno dependa de fuerzas independentistas, el PP deberá hacer un ejercicio y Ciudadanos también», explicó la portavoz.

Así que los socialistas desplazan ahora la responsabilidad sobre el momento de la investidura, que sigue sin concretarse, hacia conservadores, naranjas y morados. «La fecha depende de esas tres fuerzas políticas», dijo la portavoz del Gobierno, pidiendo a Casado, Rivera e Iglesias que asuman «el principio de realidad», después de que «los españoles hayan votado cuatro veces en 28 días y siempre con el mismo resultado: el PSOE».

EL «ESTÍO PROFUNDO» / Fuentes socialistas señalaron primero que esperaban que la investidura tuviera lugar a finales de junio. Después, que en la primera mitad de julio. Celaá evitó ser muy concreta. Con un punto lírico, la portavoz calculó que Sánchez puede dejar de estar en funciones «antes de que llegue el estío de manera profunda», pero eso, siguió, depende de PP y Cs. Es decir, el Gobierno viene a dar por descontado el voto a favor de Podemos en la investidura.

«Hay que dejar a un lado la dialéctica de las faltas de respeto», contestó Iglesias una hora más tarde en La Sexta, afeando la «equidistancia» respecto a Unidas Podemos. Ninguna fuerza, tampoco el PSOE, argumentó Iglesias, «tiene por sí sola capacidad de imponer algo a las demás». En el mismo sentido, la número dos de los morados, Irene Montero, dijo: «Los españoles no quieren egoísmo, individualismo o autosuficiencia».

No obstante, en Podemos siguen muy molestos con Iglesias y ya lo manifestaron el jueves tras la reunión que mantuvieron con el Rey. Iglesias aseguró que no había hablado con Sánchez desde hacía un par de semanas, lo que consideraba un intento de mingunearles a la hora de pactar y formar el futuro gobierno pese a la crisis morada.