Los contrarios al proceso de paz desfilaron ayer por la madrileña calle de Velázquez seguros de que a la sexta va la vencida. No es que piensen que sus protestas han convencido al presidente del Gobierno de dar marcha atrás en su voluntad de acabar con ETA mediante el diálogo. Es que creen que José Luis Rodríguez Zapatero morirá políticamente en el intento. Que el robo de las armas en Francia acabará con él. Y lo celebran.

"¡Zapatero, tienes los días contados", vociferaba un grupo de jóvenes veinteañeros con banderas españolas y carteles en los que se reclamaba conocer "toda la verdad" y "quién está detrás del 11-M". Como las otras veces, la marcha fue más contra el Gobierno que contra ETA, por lo que se oyeron pocos gritos de "etarras, asesinos" y muchos de "Zapatero, dimisión".

"La COPE somos todos"

Las conversaciones denotaban satisfacción por el atoramiento del proceso. El orgullo de cuando uno cree comprobado que tenía razón. "Si es que esto se veía venir", repetía para sí misma una manifestante entrada en años. "Castigo de Dios", decía otra conocedora de los designios divinos mientras procuraba que no se le despegaran de sus solapas las pegatinas de "la COPE somos todos".

En todas las manifestaciones se compite por la pancarta más original. No hace falta ingenio, basta con que llame la atención. Ayer triunfó una que deformaba una frase pronunciada por Alfredo Pérez Rubalcaba después del 11-M: "España no merece un gobierno que siga mintiendo". Debajo su apellido estaba partido por dos guiones. "RU-GAL-CAVA". ¿Por qué CAVA si va con b? "Porque viene de cavar fosas", aclaraba el dueño del cartel no sin hacer notar que la pregunta demostraba "desconocimiento de la reciente historia de España".

Si para Zapatero el fin es acabar con ETA, para los simpatizantes de la AVT el fin llega cuando empieza con el diálogo. Para ellos es rendirse. Y así se lo explicaba un padre a su hijo mientras veían pasar la marcha desde la entrada de una tienda. "¿Qué son víctimas, papá?", preguntaba el niño con la inocencia de los seis años. "Gente que ha sufrido mucho. Por eso gritan", le explicaba el padre sin entrar en consideraciones que el chaval no iba a entender.

No todos los padres mantienen a sus pequeños lejos del odio. A la altura del número 50 de Velázquez, cuatro niños agitaban banderas españolas al grito de "No son vascos, son asesinos", y saltaban con entusiasmo. Como en el fútbol. Sus padres les reñían cuando se encaramaban a la barandilla. No se fueran a hacer daño.