Ahora le toca mover ficha a ETA. Tras ofrecer diálogo a Batasuna a cambio de que condene la violencia, José Luis Rodríguez Zapatero no espera, según informan fuentes gubernamentales, una rápida respuesta de la ilegalizada formación aberzale. Pero sí augura que, cara a las elecciones vascas de la primavera, la banda terrorista hará gestos de distensión, como decretar una tregua.

Ningún miembro del Ejecutivo ni dirigente del PSOE confirma que la oferta de paz de Batasuna sea fruto de una discreta negociación encauzada por los socialistas vascos. Tampoco lo desmienten. Más bien esbozan una sonrisa cómplice con la que dejan entrever que, si bien están al corriente de los entresijos de este proceso, su obligación es guardar silencio. Con todo, la celeridad con la que el Gobierno puso en valor el mismo viernes la carta remitida por Arnaldo Otegi sugiere que no le cogió, ni mucho menos, por sorpresa.

Sea como fuere, la información que maneja Zapatero le lleva a afrontar con gran optimismo lo que a todas luces empieza a vislumbrarse como un todavía incipiente proceso de paz. De ahí que el sábado, en San Sebastián, alternara mensajes de confianza --"hay argumentos para ver el fin de la violencia", "soy capaz de hacer esfuerzos por la paz"...-- y de exigencia a Batasuna y a ETA, a las que emplazó a condenar y abandonar la violencia, respectivamente.

LA SUSTITUCION DEL PNV Porque, a juicio de las fuentes gubernamentales consultadas, tanto la oferta de paz de Batasuna como el posible alto el fuego de ETA, responden a una nueva estrategia común. Si el objetivo tradicional de ambas era negociar la independencia vasca a cambio de la paz, ahora buscan el pretexto para que la banda se disuelva y la izquierda aberzale pueda volver a las instituciones e impedir así que el PNV, deliberadamente radicalizado, conquiste la hegemonía de todo el nacionalismo vasco.

Interpreta el Gobierno que, debilitada ETA por los golpes policiales y el impacto del 11-M, y arrinconada Batasuna por su ilegalización, la izquierda aberzale se ha conjurado para remplazar al PNV y al lendakari, Juan José Ibarretxe, como interlocutores del Estado. Ese es el propósito de la carta de Otegi a Zapatero, en muchos puntos más moderada que el propio plan Ibarretxe, y el de la esperada tregua.

Un gesto de distensión de la banda que, aunque insuficiente para el Gobierno, abriría un proceso de paz con tres consecuencias: desdibujar el plan soberanista del PNV, reforzar el protagonismo de Batasuna y abrir la puerta, si no a su regreso a la legalidad cara a las elecciones vascas, sí a que presente una lista a prueba de recursos o promueva el voto nulo para que Ibarretxe no capte al electorado aberzale. Su concurrencia a las urnas se pospondría entonces hasta las municipales del 2007.

Para concluir que la oferta de Batasuna tiene la bendición etarra, el Ejecutivo recuerda que el 30 de diciembre, cuando propició la aprobación del plan Ibarretxe para dejar al PNV sin el que iba a ser un banderín electoral, Otegi leyó en el Parlamento vasco un carta de José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, considerado número uno de ETA. Además, la banda abonó ayer la propuesta de diálogo que Otegi lanzó en noviembre.

A la espera de mejores noticias, ayer el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, desdeñó este comunicado de ETA y declaró que al Gobierno sólo le interesa la nota en la que "diga dónde y cuándo entrega las armas".