Despedida sin tiranteces, al menos aparentes. Como profesionales de la política que son, José Luis Rodríguez Zapatero y Pasqual Maragall sabían que, tras la renuncia de este último a la reelección, no venía a cuento evocar los numerosos desencuentros que en los últimos meses han enfriado su relación. Aparcados los reproches, la entrevista de ayer en la Moncloa fue tan cordial que Zapatero, para dulcificar el adiós, accedió a todas las demandas de Maragall, que se resumen en dos: que el PSOE no dé alas a CiU, porque quienes durante 23 años rechazaron reformar el Estatuto no merecen gestionar el texto; y que el Gobierno agilice la aplicación de la Carta catalana para que la rentabilicen el PSC y su nuevo candidato, José Montilla.

Más de dos horas de charla dan para mucho, sobre todo cuando hay voluntad de mantener las formas y orillar los desacuerdos. Por eso ayer no hubo controversia sobre el "forzado, dudoso y un poco precipitado" pacto estatutario entre el jefe del Gobierno y Artur Mas (Maragall, 16 de marzo), ni sobre algunas declaraciones del president que Zapatero confesó "no suscribir al 100%" (10 de febrero). Antes al contrario, Maragall negó que su relación con Zapatero se haya deteriorado, y elogió el "coraje político" que ha demostrado en la reforma del Estatuto.

LAS VIRTUDES DE LA REFORMA Al fin y al cabo, Maragall no visitaba la Moncloa con la vista fija en el retrovisor, sino en el horizonte inmediato. El president se rebela contra el riesgo de que, con la excusa de que las elecciones catalanas están a la vuelta de la esquina, el desarrollo del Estatuto quede en vía muerta hasta que se forme un nuevo Gobierno en Cataluña. Si en su día, por exigencia de CiU, supo dar un paso atrás para facilitar el pacto del Estatuto, ahora está decidido a dar otro al frente para que las virtudes del texto afloren cuanto antes a ojos de los catalanes. Y que lo hagan, por supuesto, bajo su presidencia.

A Zapatero le pidió que "a la mayor brevedad", en cuanto entre en vigor el Estatuto, se constituyan las comisiones de asuntos económicos e infrastructuras, pues esta última deberá fijar la inversión estatal en Cataluña; que se diseñe el consorcio de la Agencia Tributaria, y que se dote el fondo para rescatar peajes.

EL ADMINISTRADOR A este listado de peticiones, Zapatero respondió afirmativamente. Ambos disertaron también sobre "la España plural" y las "diferencias" históricas entre las autonomías.

Sobre la hipótesis de que los comicios catalanes arrojen un resultado similar al del 2003 y el PSC deba elegir entre dejar gobernar a CiU o reeditar el tripartito, ni fuentes de Moncloa y ni de la Generalitat dieron pistas.

Tan entusiasta se mostró Maragall con el reto de desarrollar el Estatuto, mientras sea president y quién sabe si después, que Zapatero ni siquiera pudo ofrecerle un cargo de cara a futuro: "En ese punto la conversación ha durado poquísimo".