«Soy muy friki de las bicicletas desde que era pequeño». Es la carta de presentación de Curro Galván, un extremeño afincado en Valencia que está haciendo de su afición de la infancia su medio de vida. Porque este joven de Medina de las Torres nunca llevó a su bicicleta al mecánico para ponerla a punto. «Lo hacía yo mismo, me gustaba personalizarla y le cambiaba el manillar, el sillín, le arreglaba... no dejaba que nadie le pusiera las manos encima», recuerda. Y lo que era un entretenimiento entonces fue convirtiéndose en una «obsesión», según reconoce el mismo: «tengo ocho bicicletas», confiesa. Pero esa fijación comenzó a derivar en algo más, que empieza y a dar frutos.

Galván lleva poco más de un año dando los primeros pasos de Moose, una empresa, la primera en España, dedicada a la fabricación de manillares ergonómicos tallados en madera y especialmente diseñados para bicicletas urbanas. La idea comenzó a rondarle la cabeza cuando trabajaba como becario en la Universidad Politécnica de Valencia, adonde llegó a través de un amigo para terminar los estudios de Diseño Industrial que había comenzado en el campus de Mérida de la Uex. «Estaba preparando por entonces una de mis bicicletas y quería algo especial, así que comencé a investigar y vi el potencial de la madera y aunque ya existían manillares de este material en España, eran más simples, de forma cilíndrica y poco más», explica.

Así fue como decidió darle una vuelta de tuerca a esa y idea, unió su pasión por las bicis y por el diseño y comenzó a trabajar en un manillar ergonómico tallado en madera y especialmente indicado para bicicletas urbanas. El resultado es un volante que recuerda a las cuernas de un alce, tanto por la forma como por su apariencia (de ahí el nombre de moose, vocablo de alce en inglés). La idea captó luego el interés de la aceleradora de empresas de Juan Roig en la capital levantina, que decidió apostar por el proyecto del extremeño que ya se ha convertido en startup y que en los próximos meses buscará dar el salto a la internacionalización, para atender la demanda de países del norte de Europa en los que el ciclismo urbano está muy extendido ya.

«Parece que todo el equipamiento de bicicletas está pensado para el ciclismo de competición, enfocado al rendimiento y al entrenamiento», lamenta el creador pacense.

Pero Curro Galván defiende otro ciclismo urbano, muy presente en países Europeos como Alemania, Holanda o Dinamarca y que comienza a penetrar en España, principalmente en grandes ciudades de zonas costeras como Barcelona o Valencia, donde reside. Y ese ciclismo tiene también unas necesidades.

Parte del look

«Yo pienso en personas que van a trabajar y que se preocupan de su bicicleta como parte de su look» resume sobre la esencia de este proyecto. Y para ellos ha diseñado los primeros manillares de madera ergonómicos y fabricados en con procesos que combinan la última tecnología y la artesanía: una fresadora controlada por ordenador da lugar a una preforma que después se termina a mano con lija y una capa de cera de abeja.

«Son piezas únicas y trabajamos en series limitadas», cuenta sobre el trabajo en el que además hay una honda carga social y medioambiental. «No utilizamos productos tóxicos, no importamos madera tropical, no utilizamos especies en riesgo y siempre trabajamos con productores y artesanos locales», explica.

Los manillares se trabajan con laminados de madera de especies autóctonas europeas como fresno, nogal y roble, que ofrecen resistencia, pero al mismo tiempo son maleables. «Y tienen muy buen comportamiento frente al paso del tiempo, porque, como es madera, no se va a oxidar, no amarillea, y si se oscurece o deteriora, basta con lijarlo y darle otra capa de cera para que el manillar quede como nuevo», defiende.

El proceso de fabricación de las series de 30 piezas con las que trabajan dura un mes y medio y se vende cada manillar por precios que oscilan entre los 70 y los 190 euros en función de los modelos y acabados. «Son piezas únicas», defiende el creador.