Sus padres son médicos de familia, pero eso no fue lo que determinó su profesión, dice. «Es un factor, pero no el determinante. Siempre me sentí atraída por la Medicina, desde bien pequeña. Es una ciencia inexacta, difícil y que te absorbe por completo; tiene tantas facetas que siempre se acaba descubriendo algo nuevo», cuenta Ana Baltasar. Esta joven cacereña, que acaba de cumplir los 25 años, es la extremeña con el mejor resultado en el último examen MIR (obtuvo el número 108 de entre más de 12.000 aspirantes) y ya lleva tres meses como médico residente en el Clínico San Carlos de Madrid, uno de los centros más punteros en la especialidad en la que se formará durante cuatro años, la Neurología. Estudió el grado de Medicina en la Universidad de Salamanca y es apasionada de la lectura. «Me gusta escribir, salir con mis amigos, hacer deporte, viajar... mis aficiones son comunes».

-¿Esperaba ese buen resultado?

-Fue una buenísima noticia. Con los simulacros que hacía en la academia te vas haciendo una idea al rango de puestos que manejas antes de ir al examen y mi trayectoria era buena. Sin embargo, el MIR de este año ha sido un examen de dificultad algo mayor al del pasado, y no salí con muy buenas sensaciones, por lo que incluso me alegré más. Lo primero que se me pasó por la cabeza es que todo el esfuerzo había merecido la pena.

-¿Por qué ha elegido la especialidad de Neurología?

-Me gustaba desde antes de empezar Medicina; inicialmente porque me atraía la investigación y me parecía que era de las que más podría avanzar. Luego, durante la carrera y las prácticas, me ha parecido la más completa para mí, es amplísima. Asimismo, su dificultad (que es una de las quejas que más se oyen cuando la estudiamos) me supone un reto y me estimula para continuar aprendiendo.

-¿Y por qué lejos de Extremadura, en un hospital de Madrid?

-Una vez supe el número, lo que hice fue preguntar en diferentes hospitales y valorar cuáles eran los más completos en mi especialidad. Y eso lo he visto sobre todo en las ciudades más grandes, aunque conozco residentes que están muy contentos en Extremadura.

-¿Cómo te preparaste para afrontar un examen como el MIR?

-Lo preparé en Oviedo, en la Academia MIR Asturias, ya que su método era el que más se adaptaba a mí. El día a día se organiza en seis o siete horas de estudio, tres horas de clase y otras dos o tres horas realizando preguntas de test. Los sábados se hacen simulacros de examen MIR y los domingos se tiene el más que merecido descanso. Y así, durante siete u ocho meses. La experiencia para mí ha sido positiva, aunque es una situación dura, sin duda.

-¿Crees que es el sistema de selección más justo?

-El MIR como está planteado ahora mismo es un sistema justo, sí. No el mejor sistema, ya que deja fuera muchos elementos que sería interesante que se incluyesen (por ejemplo, evaluación de competencias prácticas mediante ECOE), pero es un sistema que evita nepotismos y de una manera global nos puntúa a todos. Problemas claro que tiene. Evalúa sobre todo conocimiento téorico, y depende de ese momento, en cinco horas arriesgas lo que has hecho en mucho tiempo. No tenemos temario, lo que hace posible que cada año aparezcan preguntas sobre temas inesperados, que tengamos que dominar detalles muy específicos de enfermedades poco frecuentes y sabernos todas las novedades de cada especialidad. Y por supuesto, hay que afrontar el progresivo problema de que la mitad de los opositores no consigan plaza, mientras siguen abriéndose facultades de Medicina…

-¿Cómo es el día a día de un médico interno residente?

-Varía mucho según la especialidad. En mi caso, empieza a las 7.45 horas para ir sacando los informes de ingreso de los pacientes y mirando las incidencias. Hacemos un pase de guardia de una media hora y luego empezamos la visita médica. Y más o menos estamos hasta las 15.30 horas trabajando. A eso de lunes a viernes, se le añaden unas tres sesiones bibliográficas, de presentación de casos clínicos... y aproximadamente una guardia de 17 horas por semana. La falta de profesionales sanitarios se nota, en especial, por la falta de cobertura de los periodos de vacaciones y por el cierre de camas en verano.

-¿Qué esperas de estos cuatro años de residencia que acaban de comenzar?

-Sobre todo, aprender muchísimo. En los apenas tres meses que llevo trabajando, el crecimiento es más que notable, y no solo a nivel de conocimientos teóricos sino también a nivel personal. Tengo la suerte de estar rodeada de un gran equipo, que trabaja por y para el paciente, que es tremendamente docente y que se puede enorgullecer de su esfuerzo continuo por mejorar.

-¿Cómo y dónde te ves en el futuro?

-El cómo sí lo tengo claro, trabajando en lo que más me gusta, a ser posible en el sistema sanitario público, y esforzándome por dar lo mejor de mí. El dónde, ya iremos viendo. No me importaría que fuera en Extremadura, porque me gusta mucho, pero es cierto que las bolsas de trabajo son más reducidas porque al final la población es menor que en otras comunidades.

-¿Cómo valoras la situación de la sanidad pública en España?

-Sobrevive gracias a sus increíbles trabajadores: médicas, enfermeras, auxiliares, celadoras... Cada vez hay menos personal, con peores condiciones laborales, con una precarización progresiva y con una valoración por parte de gestores y autoridades nula de todos los que en ella participamos. La valoración positiva de los pacientes no es suficiente para mantener un sistema que se tambalea. Muchos argumentan que se hace un mal uso de la sanidad, que también es cierto, pero eso se previene con más educación sanitaria, que es otro caballo de batalla.