El amor fue el motivo por el cual Mirko Pizzuli llegó a la región. Conoció a Clara, su pareja, mientras se encontraba estudiando en Módena, el norte de Italia. Allí vivieron durante un tiempo, pero la ciudad se les quedaba pequeña y acabaron volviendo a España en 2008. Inicialmente, se trasladaron a Salamanca pero, buscando un clima más suave, terminaron llegando Cáceres y aún siguen aquí, donde ya están bien asentados y, tras el nacimiento de su hija, han formado una familia.

Cuatro años y medio después se siente encantado con la ciudad que, en sus propias palabras, "presenta una calidad de vida que no muchas ciudades, incluso españolas, pueden ofrecer". El estilo de vida que aquí lleva y el ambiente de la ciudad le han terminado de cautivar.

Su impresión, en general, es muy positiva, especialmente de la gente a la que considera "muy amable".

Durante su tiempo en Cáceres, Mirko ha estudiado y se ha convertido en empresario. En 2010 montó, junto a su pareja, el Liceo Hispánico de Cáceres en el que enseñan español a extranjeros. Por lo tanto, su llegada a Cáceres no solo ha sido un acierto en lo personal, sino que también ha resultado una apuesta muy fructífera en el ámbito profesional.

Se siente muy agradecido a la ciudad, pero considera que aún no podría denominarse cacereño. Lo que sí que asegura es "sentirse muy integrado tanto en la ciudad como la comunidad".