Aunque parezca que va de descubrir quién mató a Laura Palmer , seguimos con las carreras. En esta ocasión, hacia las nubes... o hacia el precipicio. Las pruebas en las que entre la gloria y la tragedia apenas pueden existir diez minutos suelen tener su momento de gloria cuando ésta necesita de sacrificios para mantener su atractivo, su juventud, su poder de atracción y acapara minutos en las televisiones.

El próximo 30 de junio se celebra la 91 edición de la subida Pikes Peak, enclavada en el Pike National Forest de Colorado. Desde 1916, con alguna interrupción como cualquier concurso de baile, la montaña ha atraído a cientos de pilotos ávidos de bailar con la montaña, de subir los 19.983 metros de recorrido que te llevan desde los 2.866 metros sobre el nivel del mar, hasta la llegada a 4.301 metros. En medio, 156 curvas, 156 pasos, 156 sensaciones encontradas. Con cada una se incrementa la posibilidad de llegar a la meta, de completar la cartilla de baile y en paralelo la prima de error. Aquí las primas vuelven a ser un "familiar" odiado, las parejas con las que no quieres compartir baile. Como la de riesgo, sus crecidas no nos traen más que quebraderos de cabeza.

Cada serpenteo nos muestra a izquierda o derecha un precipicio que invita a huir de él a la mayor velocidad posible, hacia la cumbre, hacia el golpe final de la canción, cuanto más rápido mejor y si es en menos de los poco más de nueve minutos y cuarenta y seis segundos en los que el año pasado estableció el record el californiano Rhys Millen , puedes llevarte el título de mejor bailarín, una banda que podrás lucir al menos hasta el gran baile del año que viene.

A la vista del reciente ritmo en el que han caído estos tiempos en los últimos años, ostentar el record es efímero, grabar tu nombre a fuego en la montaña exigirá superar las trece victorias de Bobby Unser o volver a vivir la épica y dejar constancia. Como lo consiguió Ari Vatanen en 1988.

Tras un terrible accidente en el Rallye de Argentina que a punto estuvo de alejarle de estas fiestas para siempre y después de casi dos años en el dique seco, regresa a la competición en 1987 para, además de adjudicarse el París-Dakar con su Peugeot 205, meterse en vena un fallido intento con la colina americana. Pero el finlandés no iba a conformarse con la experiencia.

XEL AÑOx siguiente vuelve y como el tiempo no pasa en balde, por aquello de disponer de un mayor maletero, algo muy recomendable en toda prueba de velocidad que se precie, lo hace pilotando de nuevo un Peugeot, en este caso un 405 T16 y aprovechando que estaba allí y para marcar un record, la grabación de su participación es el eje del laureado documental "Climb Dance", que veinticinco años después y cuando la subida ha perdido para los puristas uno de sus alicientes ya que ésta no es de gravilla o mixta, sino totalmente asfaltada, nos muestra al actual político bailando los 156 pasos, en algunos casos a una mano mientras cortésmente suelta el volante para zafarse del incómodo invitado, el sol, pareja ideal frente a un esportón de gambas pero traicionero copiloto de baile cuando la música suena tan cerca del abismo y lo que buscas es intimidad con tu compañera.

Este año es el turno de Sebastian Loeb , el nueve veces campeón del mundo de rallies, el que de la mano de Red Bull y enclavado en la categoría Unlimited, introducida en 1981, sueña con devolver los laureles a Peugeot de 1988 y 1989. La cosa no pinta mal, los test del pasado fin de semana le colocan como favorito destacado para adjudicarse la prueba a los mandos del Peugeot 208 T16 de 875 caballos, casi uno por kilo de peso.

Cuando has demostrado en el campeonato del mundo que eres capaz de bailar en tierra, asfalto, sobre nieve, agua... que no te asusta bailar ningún ritmo, hay que ser yonki para atreverte a hacerlo ahora sobre una cornisa y al ritmo alocado que te marca un DJ capaz de convencerte que puede ser excitante bailar a plena luz de día.

Seguramente lo hará con el ritmo inconfundible de Ricky Martin , utilizando todo el cuerpo para bailar pero como lo hacen los clásicos, como Gene Kelly , no. Porque solo ellos saben asir a su pareja, fuerte, cerca, porque bailar de lejos no es bailar, mientras saludan al sol. Nunca entenderé a estos pilotos, pudiendo bailar de salón...