Los cofrades de las Batallas recuerdan pocas jornadas como la de ayer, con la vista en el cielo desde primeras horas de la mañana, negros nubarrones durante todo el día y la aparición de la lluvia poco antes de la procesión. A falta de una hora para la salida estaba todo preparado: las bandas, las flores, los cofrades, las imágenes, la talla titular recién restaurada en Sevilla... La decisión, muy complicada: suspender el desfile penitencial o sacar tres pasos bajo la continua amenaza de lluvia, dos de ellos con siglos de antigüedad. A las ocho y media la directiva se pronunció: "¡Salimos!". El cielo dio una tregua y el cortejo inició una marcha sobria y silenciosa desde la concatedral de Santa María a las nueve en punto.

La hermandad fue fundada en 1951 por excombatientes y mutilados de guerra, y hoy se caracteriza por ser una de las cofradías más ordenadas y recogidas de la Semana Santa cacereña, un largo cortejo de rostros ocultos con voto de silencio. Las tres imágenes salvaron una a una las puertas del templo, apoyadas en los brazos de los cofrades. "Atención: ¡A hombros!", gritaban los jefes de paso ya en la plaza de Santa María. Gastadores del Cimov volvieron a escoltar las tallas en recuerdo del origen castrense de las hermandad, y participaron en el homenaje inicial a todos los cofrades difuntos.

CUATRO MIL CLAVELES Pese al riesgo de lluvia, la comitiva inició su largo itinerario sin acortarlo. Primero, el Cristo de las Batallas , imagen titular de la cofradía, tallada en 1953 por el director de la Escuela de Bellas Artes de Avila, Antonio Arenas. Acaba de ser restaurada en los talleres del escultor sevillano Francisco Berlanga, donde se ha sometido a una profunda actuación que ha mejorado excepcionalmente la imagen. Anoche desfiló sobre una alfombra de cuatro mil claveles amarillos y centros de iris morados.

A continuación, el Cristo del Refugio , una de las tallas más impresionantes de la Semana Santa cacereña por su realismo y las llagas de su espalda. Obra anónima del siglo XVIII, fue encontrado por el cofrade Alonso Corrales olvidado en un trastero del conventual de San Francisco, y la hermandad de las Batallas lo devolvió a las calles en 1991. Anoche procesionó sobre hiedra, diatris, claveles y por primera vez grandes gerveras rojas.

Cerró el cortejo María Santísima de los Dolores, una imagen de autor anónimo (siglo XVIII) propia de la sobriedad castellana, sin palio ni más ornamentación que su corona bañada en oro, un broche regalo de su madrina, un fino pañuelo bordado del XIX, un rosario de la misma antigüedad y ánforas de alpaca plateada con claveles, rosas, peliculatas y riandres blancos.

Acompañaron a la comitiva la Banda de las Batallas y la Banda de Música de la Diputación Provincial. Además, y como singularidad, engrosó el cortejo la primera cofrade oriental de la Semana Santa cacereño. Al cierre de esta edición, la procesión seguía su recorrido por el recinto histórico bajo un cielo cubierto.

VIA CRUCIS A LA MONTAÑA Por otra parte, la lluvia tampoco impidió la celebración del tradicional Vía Crucis al Santuario de la Montaña que realizan los Misioneros de la Preciosa Sangre cada Semana Santa, desde el año 1980. Quince colectivos (Cáritas, Hospitalidad de Lourdes, Pastoral Penitenciaria, enfermos y familiares...) participaron en este recorrido religioso, que dedicó uno de sus pasajes a las víctimas del 11-M y de todas las acciones perpetradas por terroristas.