"Cuando llegué estaba todo en ruinas, no había ni cubiertas, estaba todo totalmente abandonado, no había más que maleza y solo aprovechamos los muros", describe Carlos García. Era el año 2004. En aquel momento, en la parada de Hervás hacía 20 años que no se detenía ningún tren. Hacía 20 años que por su estación no circulaban pasajeros, ni mercancías por su muelle ni en aquellas casas dormían los ferroviarios. Este pueblo cacereño era punto de paso del antiguo tren Vía de la Plata, que unía Plasencia y Astorga hasta 1985, cuando el Consejo de Ministros acordó su cierre definitivo.

García espera que no sea así y forma parte del grupo de presión que pide la reapertura de las vías, al menos, con un tren turístico. Sería un encanto más para su negocio. Desde hace casi una década es el encargado de dar vida a la zona de la antigua estación ferroviaria de Hervás. El edificio de pasajeros se ha convertido en un centro de interpretación del ferrocarril; el muelle de carga es el albergue Vía de la Plata, que dispone de 22 plazas que se pueden ocupar por 20 euros la noches, y las tres viviendas de los ferroviarios son hoy tres cabañas rurales abiertos al turismo. Tanto el albergue --adjudicado mediante alquiler por parte de la Junta-- como las viviendas --alquiladas a Adif directamente-- son gestionadas por Carlos García, un salmantino enamorado de Hervás, que dejó su tierra para resucitar la vieja estación de tren.

"Aquellas ruinas hoy parecen una estación abierta", cuenta García. Peregrinos, senderistas, mochileros, grupos, familias, son los principales clientes de estos alojamientos a ambos lados de las viejas vías, "un atractivo más". El y su familia también residen en la zona, en la antigua casa del jefe de la estación. Tras resultar adjudicatario del albergue, García decidió alquilar a Adif las viviendas de los ferroviarios --por contratos de cuatro años-- y comenzó a rehabilitarlas. Las reformas corrieron de su parte y él paga un alquiler mensual "algo más barato que si las casas estuvieran dentro del pueblo", reconoce.

La razón es una cláusula que señala que podrían desalojarle en caso de que el gestor de la infraestructura así lo decidiera. Esta es una de las razones por las que García estaría interesado en comprar estos inmuebles ferroviarios si fueran puestos en venta. "Si tuvieran un precio justo lo compraría, porque esta es mi forma de vida", explica.

Esta estación que regenta como albergue, es una de las ocho que hay en Extremadura abiertas para otros usos. En Zafra, la estación se ha convertido en un centro de día, en Llerena está ocupada por un centro de rehabilitación de toxicómanos, la estación de Campanario la ocupa un taller de empleo, la de Quintana de la Serena se ha reconvertido en centro de interpretación y albergue municipal que se llena de visitantes especialmente en otoño e invierno ante el reclamo de las grullas, la de Baños de Montemayor es hoy un mirador y una zona de recreo, mientras que la de Villar de Plasencia, también de la línea Vía de la Plata, la ha convertido una empresa en un almacén de piscinas de poliuretano.

La octava es la de Burguillos de Cerro, que se mantiene viva gracias a la hostelería. Ubicada en una línea, Zafra-Jerez, abierta solo al tráfico de mercancías, pero con poco trasiego, el ayuntamiento decidió alquilar la estación a Adif y ponerla en valor primero con un taller de empleo y posteriormente rehabilitando la zona como hostal, bar y restaurante, un negocio que desde el 2011 regenta José María Díaz y María Ramos, un matrimonio de la localidad, no sin esfuerzos. "Echamos aquí más horas que la barra y sacamos para pagar impuestos. Esperamos que esto cambien pronto".