Bajo una intensa lluvia, enarbolando decenas de banderas sindicales y al son del Santa Bárbara bendita, su patrona, cientos de mineros, familiares y ciudadanos a título personal marcharon ayer por las calles de Badajoz para protestar por el cierre de la mina de Aguablanca de Monesterio. Lo hicieron, además, mientras la empresa Río Narcea aseveraba en un comunicado que la decisión de poner fin a la explotación es irrevocable y que "no tiene marcha atrás", aunque sí se mostró abierta al diálogo y expresó su voluntad de encontrar "un camino de entendimiento" con los trabajadores afectados.

La marcha de protesta minera comenzó pasadas las once de la mañana en las afueras de la capital pacense, y se alargó durante algo más de una hora hasta su finalización a las puertas de la delegación del Gobierno. Presidida por una pancarta con el lema 'Aguablanca no se cierra', y encabezada por los líderes sindicales de la región, por algunos mineros y por otras autoridades, fue un grito en el cielo contra lo que los trabajadores consideran "un gran engaño y una terrible injusticia". No en vano, son 400 las familias que dependen de esta explotación de níquel, cobre y otros metales de platino.

El malestar y la incertidumbre por un futuro incierto eran ayer palpables entre los mineros. "Nos han engañado y nos han echado a la calle, pero no nos vamos a quedar quietos" manifestó Víctor Guzmán, de 26 años, que trabaja en la explotación monesteriense desde hace seis. Su padre, afirma, lleva 30 en Aguablancas, y ahora mismo, en su casa, "el sueldo que entra es el mío". "Esto es lo yo sé hacer", resumió, aunque sus esperanzas de futuro rezumaban optimismo. "Confiamos en el comité a muerte", expresó.

"Hemos venido a luchar por nuestros derechos", expresó Alicia Sayago, de 39 años y en la mina desde hace 11. Afirma, además, que vive sola con sus dos hijos. "Queremos que la ciudadanía se solidarice con nosotros porque esto, hoy en día, le puede pasar a cualquiera", lamentó, al tiempo que expresó su intención de "llegar donde haga falta". En la misma línea, Matías Bernal, de 55 años, advirtió que la empresa "prometió" tener la mina operativa, por lo menos, hasta el 2018. "Mucha gente, trabajadores, han comprado cosas, se han endeudado, y ahora, de la noche a la mañana, nos echan a la calle", protestó, y avisó de que "nosotros estamos dispuestos a todo".

MANIFIESTO La comitiva al completo llegó a la Delegación de Gobierno alrededor de las doce y media, donde esperaban una serie de artistas que, mediante una actuación, querían solidarizarse con los mineros. La abundante lluvia que cayó ayer en la capital pacense se lo impidió, aunque no fue óbice para que los manifestantes agradecieran "el apoyo de la cultura a la causa". Después, subido en una tarima y acompañado de los principales líderes sindicales, que anunciaron que repetirán concentración en Madrid el próximo miércoles, 2 de marzo, frente al Ministerio de Industria, Eloy Sánchez, presidente del comité de empresa, leyó un manifiesto en el que reclamaba una pronta solución al problema de la explotación.

"Sentimos el apoyo masivo de todo el mundo", declaró a este periódico instantes después, cuando llevó el documento a la misma Delegación de Gobierno para entregárselo a las autoridades competentes. "Proseguiremos con la lucha hasta el último día. Creemos que podemos ganar e intentaremos llegar a una buena solución satisfactoria para todos", confió Sánchez, que afirmó que el sentimiento general de los trabajadores de la mina es "de engaño". Al respecto, recordó que se firmó un ERTE en septiembre, "que no han cumplido" y que la empresa "nos ha traicionado y mentido". Por ello, expresó su esperanza de que la Río Narcea "recapacite" y de que el gobierno central "nos eche una mano" para poner fin al problema.

Tras el acto de la lectura del manifiesto, los mineros y sus familiares volvieron a entonar el Santa Bárbara bendita, antes de que se disolviera la concentración y tomaran el camino de vuelta a casa. Las muestras de solidaridad durante el recorrido fueron abundantes. Ahora sólo les queda aguardar acontecimientos y esperar que se llegue a una solución satisfactoria.