Combinando dinamismo y experiencia. Así planea tomar impulso la Asociación de Vecinos Jardín de Mérida, que se ha asociado a la Asociación Sociocultural Los Lorolos, cuya responsable, Pilar Molano, acaba de asumir la presidencia de la organización vecinal, donde vive y donde ya colaboraba, por ejemplo, para compartir el local social. Su predecesor y uno de los fundadores de Jardín de Mérida, Rogelio Muñoz, le acompaña al igual que otros colaboradores, como Andrés Lobo, vocal de la directiva. La idea es potenciar una entidad en los últimos tiempos había rebajado su actividad. Entre sus asuntos pendientes, destacan la finalización del parque que lleva varios años construyéndose a través de la Escuela Taller del ayuntamiento, así como la petición del cambio de ubicación de una chatarrería que permanece activa en la zona, cerca de algunas casas.

Tanto Molano como Muñoz destacan el estupendo ambiente del barrio, donde no lamentan problemas de seguridad ni de limpieza. "Es una zona estupenda. Cuando nos vinimos, apenas había nada construir alrededor y muchos pensaron que nos equivocábamos, pero no fue así", explica Muñoz respaldado por Lobo, ambos de los primeros residentes en este área, con unas promociones que construyeron a través de cooperativas en torno a 1998.

Desde entonces, el barrio ha ido mejorando no solo en edificaciones, sino también en servicios, como demuestra el cercano colegio Ciudad de Mérida --una de las reivindicaciones de la asociación vecinal, asegura Muñoz-- o el próximo centro de salud de la zona norte, cuya construcción desean que finalice lo antes posible. "Es muy necesario, ahora nos corresponde el de San Luis, que está lejos y saturado".

Pero también en el propio barrio hay algunas demandas pendientes, la finalización de un parque de unas 30 hectáreas, que está materializando la Escuela Taller municipal. Los vecinos lamentan que solo es posible entrar desde la zona del cementerio, mientras que los accesos de la calle Sierra de Tentudía están cerrados. Sin embargo, advierten que hay quien accede por el espacio que deja una valla que se ha caído y algunos residentes se quejan de ruidos de botellón.

Otra cuestión en la que hace hincapié es la existencia de una chatarrería activa en la zona, cuyos materiales se almacenan cerca de viviendas, con los problemas de salubridad que eso supone. "Parece mentira que una ciudad del tamaño de Mérida, en uno de sus accesos, tenga aún este tipo de estampas", lamenta. Otra de sus reivindicaciones, histórica, pasa por que se mejore la presión del agua, si bien asegura que este problema debería resolverse con la puesta en marcha de la nueva conducción, actualmente en construcción.