TAtlo largo de la historia de la cocina, el cocinero no siempre ha tenido la importancia que debía tener. Cocinero/a, casi siempre ha vivido en el anonimato, salvo aquellos que sirvieron en casas de la nobleza y adquirieron un estatus más allá del que requería su oficio de cocinero, tales fueron Ruperto de Nola el primer cocinero español conocido allá por el siglo XV, o Juan Altamiras, Granados, Salsete, Domenech o el más famoso de ellos Martínez Montiño , cocinero de Felipe IV y V o el propio Angel Muro . Aunque en honor a la verdad, ninguno de ellos quiso verse involucrado en la historia, sino que ejercieron su maestría entre los suyos y la dejaron escrita en manuales de cocina. Sin embargo, a pesar de ello traspasaron la frontera de la historia y trasmitieron sus enseñanzas muchos siglos después, influyendo en la cocina tradicional española.

En la era de la información en que vivimos todo lo que rodea al cocinero ha cambiado y, como es lógico pensar, se ha adaptado a los tiempos. En la actualidad también encontramos en los medios de comunicación cocineros-estrellas que sobrepasa su imagen a su oficio y, en ocasiones, están dispuestos a ofrecernos maravillas para hacernos la vida más fácil. Algunos se han convertido en hombre-anuncio. Encontramos habitual que nos anuncien dietas adelgazantes, productos de limpieza o programas multimedia. Se han alejado de sus principios, de lo que le han convertido en cocinero. Pero esto es una minoría. La gran mayoría son cocineros anónimos que realizan una labor encomiable. Son verdaderos hombre/mujeres de la cocina.

XEN HONORx a la verdad, también hay que poner en valor a aquellos que conociendo las mieles de la gloria del papel cuché, se han dado cuenta (con cierta influencia de la crisis que nos acogota) que el estrellato no es el oficio de cocinero y han tenido el coraje de despojarse de los laureles Michelín y han bajado a los fogones. Dicen que la fama no da la tranquilidad, da más bien en algunas ocasiones dinero, que con frecuencia se escapa por las rendijas de las manos.

Me contaron que un cocinero se despojó de las luces de neón y se puso el mandil y elaboró el menú más exquisito para el hombre de la calle. Así, son muchos los restaurantes que se han bajado de la parra de oro y han vuelto a pisar tierra y asfalto como todo españolito de a pie. En este actual universo existen una ingente multitud de cocineros, de excelentes cocineros, que no necesitan michelines ni visitas de arolas ni bullis para fabricar un prodigioso plato y alegrar nuestras andorgas.

Estos cocineros son los que en realidad hacen de la gastronomía un arte. Hacen que recordemos tal o cual comida o plato. Hacen que creamos en la gastronomía como uno de los placeres vitales del ser humano.

La cocina debe ser anónima, cuidada y que provoque una explosión de gustos y regustos. Son muchos los cocineros repartidos por la geografía extremeña y española que hacen su labor silenciosa y profesional. A estos cocineros y a aquellos que han dejado las coronas me permito ofrecerles estas líneas, pues tienen entre sus manos la responsabilidad de que la gastronomía perdure durante años y convertirla en una parte más de nuestra historia.