En la residencia La Hacienda, en Cáceres, situada pasado el Cefot, cuatro mujeres, con el informativo nacional de fondo, esperan nuestra llegada. Idelina González Píriz nació en Portugal pero a los 2 años se vino a España con sus padres, a Valencia de Alcántara. «Yo tengo poco. ¿Con 650 euros, qué hacemos? La situación de la paga más delicada no puede estar. Lo llevamos como podemos y vamos tirando con lo que tenemos ahorrado». Insiste en que «hay que reivindicar al gobierno central que con 650 euros no vamos a ninguna parte porque hay que pagar agua, luz, gas».

Mañana los pensionistas se manifiestan frente a la Asamblea de Extremadura. «Yo por mí iba, ¿quién se cree que con 650 euros se puede vivir». Idelina es consciente de cómo somos los extremeños: «En Madrid y en esos sitios han salido a la calle, pero es que aquí en Extremadura no hay fuerza para que se junte la gente. Hay que pedirle al gobierno que nos dé un poco más. Con 1.080 euros la cosa cambiaría, pero con 650, no».

A su lado se encuentra Josefa Bravo Morán. Tiene 85 años y es de Carbajo. «Es muy poco lo que dan. Extremadura está a la cola. Gracias a Dios mi marido tiene una buena pensión, pero si a él le pasa algo yo me quedo con 600 euros». Josefa es una de los tantos ejemplos de patriarcado. «Cuando nos casábamos nos dedicábamos a las tareas del hogar y eso no se reconocía. Yo he criado cuatro hijos y he tenido que trabajar lo mío y sin embargo no te pagan nada. Eso debía cambiar». Josefa cree que tendríamos que movernos más. «Lo mismo que con el tren. No protestamos y así no se consiguen las cosas». Ve muy mal el bloqueo del gobierno. «Está la cosa muy fastidiada», asegura.

Francisca Moreno Ávila tiene 81 años y es de Navas del Madroño. «Son muy bajas las pensiones, bajísimas, porque yo me quedé viuda con 54 años y con cuatro hijos y con treinta y tantas mil pesetas de pensión. Usted figúrese todo lo que he tenido que pasar para sacarlos adelante. Una situación difícil, pero todos tienen estudios y carrera porque he sido una sacrificada, y he luchado por ellos. Yo no tenía hombre y tenía que ver de dónde sacaba».

Francisca es pesimista respecto al futuro de las pensiones. «No creo que nuestros hijos y nietos vayan a tenerlas mejores. La tendrían que tener más alta, pero la van a tener bajísima». Sobre la falta de presencia en las manifestaciones, explica que desde los pueblos y las residencias es muy complicado movilizarse, pero se suman verbalmente a la causa: «Todo el mundo lo hablamos y lo criticamos, aunque falta el paso de exponernos».

Es el turno de la cuarta señora que entrevistamos. «¿Le cuento yo mi historia, que nos tenemos que ir a comer? Me llamo Ascensión González Merino, tengo 80 años y soy de Sierra de Fuentes, pero estoy en Cáceres desde pequeña. Me quedé con 32 años viuda. Mi marido murió en un accidente pero en aquellos años me quedé así, con los dos hijos, y nada más. Desde pequeña tengo una invalidez, una parálisis, y me tuve que poner a trabajar en un trabajito. Yo no podía fregar suelos, ni barrer, ni nada. Los dos niños tenían 4 y 7 años. Me tenía que levantar a las cinco de la mañana, y gracias a Dios que tenía a mis padres, ¿porque si no, con quién dejo yo a dos niños? He trabajado para que me quede nada y menos. Tengo dos pagas, la de mi marido y la mía, pero entonces se ganaba tan poco que me quedaron 8.000 pesetas para los tres. Lo que cobro son 400 de mi marido y 500 míos; es decir, 900 euros. Y he cotizado y trabajado. Y estoy en la residencia desde hace tres años y medio porque tengo ayuda de mis hijos».

Ascensión comenta que no entiende de política aunque se informa «por lo que nos dicen y vemos en la tele o leemos en el periódico. No sé si esto se va a arreglar, la verdad. Ahora somos mayores y necesitamos pensiones más altas, por eso lo vemos todo mal. Si yo fuese más autónoma iría el lunes a Mérida. Lo que pasa es que aquí, en una silla de ruedas…».

Pese a las dificultades, están orgullosas: «Luchar, luchar y luchar es lo que hemos hecho toda la vida».