TEtl Edén era una huerta, y allí puso Yavhé a Adán y Eva a disfrutar. Porque el regadío es la conquista primera, prístina, de la Naturaleza, que hacen los humanos de forma organizada. El fuego es un fruto individual del azar, pero el regadío es -como Internet hoy- fruto de una idea, de un sueño colectivo. Y como Internet, el regadío -que generó los primeros Estados- transforma las mentalidades: hace a los pueblos ordenados, organizados, justicieros, democráticos, emprendedores- (correremos ahora un tupido velo sobre los efectos indeseados, que los hay).

El regadío y la colonización hicieron realidad en España el cuento de la lechera, en el Levante, Aragón, Navarra, La Rioja, también en Catalunya (miren a Lleida y sur de Tarragona) y desde luego en Extremadura. Aquí los colonos se salvaron de la quema, de la Gran Reconversión que llevó a cientos de miles de campesinos a los alrededores oscuros, sucios, estrechos de las grandes ciudades industriales. Las ciudades y pueblos del regadío, o cercanas al regadío, son las que han salvado a esta región y lideran hoy el crecimiento. No es casualidad que hasta Jerez de los Caballeros, ese atípico que se ha saltado a la torera todas las leyes económicas del desarrollo, tenga su pedacito de regadío y colonización.

XPor eso todo lox que se gaste en regadíos será poco. La pena es que, por obra y gracia de los pactos que permitieron nuestro ingreso en la Unión Europea, los gobiernos de Felipe González y sucesivos aceptasen truncar las esperanzas que muchas gentes seguían teniendo en el regadío, acabando con las grandes transformaciones. Justamente las que quedaban pendientes en Extremadura. Luego la entronización del mercado y la iniciativa privada pudo falsear todas las planificaciones: mientras el estado no realizaba los grandes planes de transformación que a España le faltaban (mientras sí que seguían transformando los Estados Unidos, incluso países europeos como Francia y luego Portugal), los regadíos privados con agua robada al bien común se extendían sin orden ni concierto por donde, a menudo, no tenían otra finalidad que humedecer el ambiente para luego convertirlo en campos de golf y urbanizaciones. Lo que provocó un debate nacional que a punto ha estado de fracturar España. Finalmente esa enorme falacia new age de la Nueva Cultura del Agua ha convertido el regadío en tabú, acabando con cualquier esperanza pero olvidando lo esencial: que por cada hectárea transformada en regadío, no menos de diez hectáreas de secano podrían volver a ser bosque. Así que pasarán siglos antes de que se pueda ver construido en Extremadura el sistema del Gran Canal de Barros (que ya no será un canal, sino una red de interconexiones de diversa naturaleza) que articule y relacione hidrológicamente todo el territorio, casi la mitad de la provincia pacense, entre los embalses de la Serena y Alqueva.

Bienvenidas pues esas mejoras, y mejor si se acompañan de otras. Hace muchos años que venimos señalando a las energías renovables como un elemento clave para el futuro del campo. Y hay energías que justamente podrían contribuir a mejorar las siempre acongojadas cuentas de las comunidades de regantes, como la hidráulica de caudal. Hay pues aún mucho por hacer, porque el regadío mal que bien sigue siendo motor de progreso, y redistribuyendo la riqueza. Aquí, en Languedoc, en California y en China.