¿Quién será Jony?, se preguntaban los periodistas que observaban al gentío, que desde antes de las ocho de la mañana esperaba nervioso la llegada anunciada para las 8,20 horas de los soldados procedentes de Irak. Una docena de familiares, de todas las edades, sujetaban dos grandes pancartas con las que daban la bienvenida a Jony. Venían de Talavera la Real y habían preparado con empeño la tan ansiada llegada del joven soldado.

Jony era Jony Fernández. Fue divisado en la distancia, coreado y regado con champán para festejar el feliz regreso. "Ay, qué grande está mi Jony", decía una hermana.

Era sólo una de las 253 emotivas estampas que ayer se vivieron en la base aérea de Talavera, donde un millar de personas, ancianos, hombres, mujeres, jóvenes, niños y bebés, aguardaron con alegría contenida y nerviosismo comprensible poder ver cuanto antes a sus militares, a los que no tocaban desde hace cuatro meses.

Tan contentos estaban como Paula Díaz, que todavía no ha cumplido los cuatro años y que apenas pudo dormir la noche antes por la ilusión de que iba a ver a su padre. Se había levantado antes de las seis de la mañana para poder llegar a tiempo y, sin protestar a pesar del frío, había esperado, con su lazo rojo intacto en el pelo, la llegada del avión.

Cuando vio a su padre a lo lejos, entre otros hombres uniformados, Paula lo reconoció en la distancia y salió corriendo a su encuentro. El sargento primero José María Díaz es mecánico tripulante de helicóptero. Es su tercera misión: ya estuvo en Bosnia en el 97 y en el 2002. Entonces su hijo Alfonso todavía tenía meses. Ayer Alfonso no paraba de saltar junto a su hermana.