El municipio mestizo por antonomasia, el Babel de Extremadura, ha sido siempre Talayuela. La necesidad de mano de obra que genera la agricultura, fundamentalmente el tabaco, ha propiciado que esta población del noreste cacereño de casi 10.000 habitantes se haya conformado una importante comunidad de inmigrantes, sobre todo marroquíes. En Talayuela, uno de cada cinco vecinos es extranjero. Y no es la única. En Saucedilla, Majadas de Tiétar, Casatejada o Piedras Albas, todas localidades cacereñas, la población de fuera es también superior al 15% del total. Estas zonas son, junto a otros focos más localizados en las Vegas Bajas y Tierra de Barros, el centrifugado de la inmigración en una Extremadura que conforman ya 132 nacionalidades.

Según los datos del Padrón Municipal de 2012, la región aglutina a 42.541 extranjeros que suponen casi el 4% de la población total. No es un porcentaje elevado --el último informe del Consejo Económico y Social sitúa a la región como la décimosegunda de España en el ránking-- pero sí relevante sobre todo teniendo en cuenta que pese a la crisis, la cifra crece con respecto a 2011. En el último año y después de que el colectivo inmigrante se haya reducido a la mitad desde 2008, se han empadronado un total de 822 personas de fuera.

"Los inmigrantes no han venido a Extremadura porque fuera más fácil encontrar trabajo, sino por la gran necesidad de mano de obra agrícola en el momento en el que todo el mundo trabajaba en la construcción", explica Nicolae Bolovan, coordinador de proyectos de la asociación Grupo de Diálogo Sociocultural Niorita (teléfono de contacto: 602 57 25 68), que aglutina al colectivo rumano en Extremadura. Con la crisis algunos siguen trabajando, otros han retornado a su país y el resto, viven "conforme a los tiempos actuales", indica Bolovan, que denuncia la reducción de las ayudas públicas para desarrollar programas de integración con las minorías étnicas.

Los rumanos son el colectivo inmigrante más numeroso de la región --hay 9.444 empadronados-- seguidos de los marroquíes (7.295) y los portugueses, que son 4.720. Los 42.541 extranjeros suman hasta 132 nacionalidades de los cinco continentes. En Extremadura también residen personas de países como Yemen, Vietnam, Turquía, China, Tanzania, Inglaterra, Francia, Italia, India, Perú, México o Estados Unidos. Los lugares que más inmigrantes concentran son Talayuela, Saucedilla, Majadas de Tiétar, Castejada, Piedras Albas y Berrocalejo, en Cáceres, y Valdelacalzada, en Badajoz, fundamentalmente por la mano de obra que genera la intensa actividad agrícola en las comarcas del Tiétar y las Vegas Bajas. En todas estas zonas la población inmigrante supera al 12% y en algunos casos llega hasta el 25%, cuando la media regional es apenas del 4%.

CONVIVENCIA El hecho de que a nivel regional no se trate de un porcentaje demasiado elevado ayuda a que la convivencia intercultural no haya dado grandes problemas en Extremadura. "La mano de obra que propiciaba el inmigrante era necesaria y ha configurado una armonía suficiente como para que el sistema funcionara", indica Domingo Barbolla, profesor de Antropología de la Universidad de Extremadura. Es lo que ha ocurrido por ejemplo en Talayuela: la llegada de los primeros marroquíes hace años contribuyó a rebajar el precio de las peonadas agrícolas para la campaña del tabaco, que se pagaban a 6.000 pesetas cuando en el resto de la región estaban a 4.000. "Los inmigrantes fueron muy necesarios para los agricultores porque contribuyeron a normalizar la situación, simplemente por la ley de la oferta y la demanda. Después cuando todo vino a menos por la crisis, empezaron a sobrar. Una parte se fue y otros se quedaron", explica el profesor.

Y es, precisamente, esta circunstancia lo que, según Barbolla, ha contribuído a que en la zona surjan conflictos vecinales por la escolarización de los niños marroquíes o la polémica por la construcción de una mezquita. "Se habla de conflictos raciales, pero todo es fruto de la inestabilidad económica", afirma. No obstante, aún en crisis y con una tasa de desempleo superior al 35%, no cree que en la región vayan a darse conflictos de mayor índole de los que han surgido en el municipio cacereño. "La población se está ajustando y tendría que ahondarse mucho la crisis para porque un 3% de la población no es un porcentaje significativo", dice.