Carlos Jaramillo sabe que su abuelo fue "una buena persona y un buen padre". Y también que fue uno de los 274 extremeños --216 de la provincia de Badajoz y 58 de la provincia de Cáceres-- que pasaron por los campos de concentración nazi. Sus datos: Juan García Acero, nacido en Villanueva de la Serena en 1893, ficha 4.811, del campo de concentración de Mauthausen. Su madre Elvira le ha transmitido las dos ideas desde que nació --los datos los ha ido encontrando indagando a lo largo de los años-- y eso que los recuerdos que ella guarda son frágiles y deslabazados, propios de la volátil memoria de la niña de cinco años que era cuando se despidió de su padre en Madrid, según le explicó, porque le habían trasladado a trabajar a Cataluña, a la zona de la frontera. Era el año 1936.

Elvira y sus cinco hermanos acababan de perder a su madre en una operación. "Elvirita, estás huérfana", recuerda que le contó entonces cargándola en brazos. Es el único momento que su longeva memoria guarda de la voz de "papá, mi papá" --siempre se refiere así a él-- y una de las pocas palabras que le quedan junto a las que se amontonan en la carta que le envió poco después, cuando ya estaba en suelo francés.

La misiva llegó junto a un muñeco "precioso, al que le puse de nombre Juanito y que tenía un traje muy bonito", recuerda. También que a consecuencia del viaje transfronterizo había llegado con una tara, un moflete abollado que poco importó a la pequeña Elvira. Y lamenta no haberlo cuidado más, no haberlo conservado hasta hoy. Son cosas de niños y a pesar de eso el recuerdo le duele, aunque no tanto como otro que repite al otro lado del teléfono y en la voz refleja su tortura: "a mi padre lo estaban fusilando en el campo de concentración mientras nosotros, ignorantes, nos preparábamos para celebrar la Navidad", cuenta. Aunque eso lo supo muchos años después le sigue golpeando esa Navidad de hace 75 años. Porque durante toda esa infancia pensó que su padre trabajaba en Francia y que algún día tendría noticias de él. Nunca las que llegaron muchos años después, ya en la edad adulta.

Según la investigación de Benito Bermejo y Sandra Checa plasmada en el libro Españoles deportados a los campos nazis. 1940-1945 , Juan García Acero murió fusilado el 23 de diciembre de 1941 en el campo de concentración de Gusen, en Austria (el listado completo se puede consultar en la página web del Ministerio de Cultura). Como más de 7.200 españoles --hubo 14.000 en todos los campos nazis--, como cerca de 300 extremeños, Juan García Acero había llegado un año antes a Mauthausen, que era el campo principal, donde trabajó como esclavo antes de ser trasladado al campo anexo.

Es una de las referencias que han conseguido para hilvanar el último capítulo de Juan, que primero fue militar y después se incorporó al cuerpo de carabineros en la época de la República, y se dedicó a cobrar los aranceles de las aduanas españolas --por eso a Elivira la explicación de su padre siempre le pareció plausible, por eso, porque él no estaba en línea de fuego, ella siempre pensó que volvería--. Pero en suelo francés Juan García se unió al ejército que combatía a Hitler en el Segunda Guerra Mundial y allí fue capturado y trasladado al campo de concentración. Y allí murió como otros 201 extremeños entre 1940 y 1945, como varios miles de españoles --España nunca los reclamó y por eso en los campos llevaban la marca de los apátridas--, y como varios millones de personas más.

Elvira y su hermana Carmen se quedaron al cuidado de la tía Elvira, hermana de Juan y por la que le pusieron el nombre. Los otros cuatro hermanos acabaron con distintos familiares y ninguno regresó a Villanueva, aunque mantienen aún familia en la localidad.

Los retazos del camino de estos extremeños que acabaron junto a otros 14.000 españoles en los campos de exterminio de las tropas de Hitler es uno de los episodios aún sombríos de la historia moderna. La Asociación para la Memoria Histórica de Extremadura lleva años reivindicando un reconocimiento. El pasado mes de mayo, reiteraron su petición a la Junta de Extremadura, la Asamblea de Extremadura, las diputaciones de Badajoz y Cáceres y a todos los

ayuntamientos de los que eran naturales todas las víctimas extremeñas, menciones simbólicas e institucionales de reconocimiento y homenaje a las víctimas, "vecinos que fueron deportados y en muchos casos exterminados en los campos de concentración", reza la petición.

Precisamente en un colectivo andaluz de la memoria histórica, ya desaparecido, comenzó su búsqueda Pilar Pardo Vázquez, sevillana con parte de su corazón en la localidad extremeña de Montánchez a la que le unieron lazos familiares durante su infancia: "Allí están mis mejores recuerdos", cuenta. En el año 2004 inició una búsqueda por Extremadura con el propósito de localizar a los familiares de los extremeños en los campos de concentración nazi. Su propósito era contarles que el Gobierno francés acababa de aprobar una asignación económica "en reconocimiento de los sufrimientos padecidos por los huérfanos cuyos padres habían sido víctimas de actos de barbarie durante la Segunda Guerra Mundial". La indemnización, que sigue en vigor, incluye un pago único de 27.000 euros o una paga mensual vitalicia de 500 euros que muchos de los hijos aún desconocen. Pero la respuesta institucional fue escasa.

Elvira García es una de las posibles beneficiarias y una de las que hasta hace unos meses desconocía el derecho y el reconocimiento que les otorgaba el gobierno galo, que ahora está en trámites. También su hermana Flora, la mayor de los seis y la que guarda recuerdos lúcidos de aquella época. Tenía 11 años. Ambas se enteraron por casualidad y sus hijos ya tramitan la compensación.

"Como mi padre había sido rojo , no teníamos derecho a nada, parecíamos la peste", recuerda Flora de los años que siguieron a la marcha de su padre. De antes le viene a la memoria "el cariño" en la familia y los días que su padre la cogía de la mano para que le acompañara por las calles de Madrid en su trabajo, un día a la zona de Canal, otro a la oficina de la calle Alcalá. Hasta que se fue. Su voz débil contrasta con su memoria. "Nos enviaba cartas desde Francia y nos decía que estaba bien, que estaba con los oficiales --"a mi tío le decía que estudiara mucho francés en el colegio", añade Miguel, el hijo de Flora, de los recuerdos que le transmitió su tío Francisco-- pero era todo mentira, nos decía eso para que no nos preocupáramos", cuenta. En los primeros tres años hubo seis u ocho misivas, todas desde Francia. Luego ya no hubo más. Y en su casa sí temieron lo que habría sucedido. "Es una historia muy triste", repite. Como si fuera necesario poner calificativo a la vida de seis niños huérfanos en un contexto de guerras y miseria.

Con el paso de los años comenzaron a buscar respuestas a la vida del padre (primero) y del abuelo (después) y hallaron documentos e informes que les han permitido reconstruir los años y avatares que siguieron a la despedida en España: varios campos de concentración en Francia hasta que en uno de ellos le capturó el ejército de Hitler y le envió al campo de Mauthausen, en septiembre de 1939 y cinco meses después al de Gusen. "Tenía 50 años y es sorprendente que consiguiera sobrevivir tanto tiempo en condiciones de trabajos forzados e inanición", cuenta Miguel, que ha seguido el estudio que su tío Francisco inició sobre la muerte de su padre y que duda de que la causa de la muerte fuera el fusilamiento. Según lo que él halló en archivos de Berlín, "murió de una extraña enfermedad cardiaca" que apuntaría, según explica, a que le inyectaron alguna sustancia letal cuando ya no estaba en condiciones de trabajar.

Sin reconocimiento

El drama que vivieron y el trágico final de la mayoría de los 274 extremeños apresados por los nazis sigue ajeno a la historia oficial. De hecho los homenajes han sido escasos y solo hay constancia de uno en Extremadura en la localidad pacense de Garbayuela. El pueblo homenajeó en 2010 a Ciriaco Camacho Rayo, concejal socialista de la localidad durante la Segunda República y muerto en el campo de concentración de Gusen en octubre de 1942, y en su nombre a todas las víctimas extremeñas. Se puso su nombre a una calle en la que la familia mantiene aún una casa y también se descubrió una placa en el consistorio.

El acto estuvo promovido por el ayuntamiento de la localidad y contó con el apoyo de toda la corporación. "Nunca se había hecho nada y nunca se hizo nada más en reconocimiento a estas personas, de las que en muchos casos, ni se supo hasta muchos años después qué había sido de su vida", cuenta Adela Cardeñosa, alcaldesa de aquella corporación.

El reconocimiento se materializó con una placa en la fachada del consistorio: "En recuerdo de Ciriaco Camacho Rayo, y a todos los hijos de Garbayuela que dieron su vida por la libertad", reza el único testigo en la región del homenaje institucional a una víctima extremeña del exterminio nazi.