Andrés Domínguez y sus hermanos son la quinta generación de ganaderos en su familia. Para adaptarse a los tiempos y complementar la renta agraria y el alquiler de su finca, decidieron hace cuatro años abrirse camino en el agroturismo y así abrir también sus explotaciones a los visitantes. "Pero no ha tenido mucha aceptación". En vista de esto, comenzaron a ofrecer también otras actividades alternativas en plena naturaleza: descensos en canoa por el río Almonte, que se convirtió en el principal reclamo. "Pero el año pasado no hubo caudal y llevamos dos años en stand by porque no recibimos visitas", cuenta Andrés.

Sin embargo persisten en su proyecto. "Nos parece muy interesante que cualquier persona pueda conocer de primera mano cómo es el trabajo ganadero y, aunque no genera ingresos, seguimos sobre todo por el lado sentimental, por enseñar lo que hacemos. Hay niños en los pueblos que no han visto nunca el parto de una oveja o una cabra, el esquileo,... cosas tan habituales para nosotros", cuenta. Por eso, su explotación de caprino, ovino y porcino --denominación de origen-- no ceja en su empeño de atraer turistas. "En el momento que veamos luz queremos intentar impulsarlo. Empezamos con mucha ilusión y nos hemos ido apagando, pero no queremos desecharlo". No cuentan con alojamiento, pero en el municipio hay una casa rural y la estancia se puede completar con otras actividades en la zona.