Se cumplen los diez primeros días desde que los trabajadores de la mina de Aguablanca de Monesterio decidieran encerrarse indefinidamente en el edificio de la antigua mancomunidad de Tentudía ante la inesperada decisión de la empresa Río Narcea de realizar un Expediente de Regulación de Empleo, con el que el cien por cien de sus contratos quedará extinguidos. Se van cumpliendo los plazos y el cansancio es cada vez mayor entre quienes aún vislumbraban, al menos, dos años más de trabajo. En apenas doce días podría conocerse la resolución final de una dura mesa de negociación en la que, por previsión de pérdidas económicas la parte empresarial propone el despido colectivo. Los trabajadores no contemplan otra solución que no sea la continuidad de la explotación hasta agotar sus recursos.

Como ante cualquier situación similar, la sociedad se ha volcado con este grupo de trabajadores, cuyas edades rondan entre los 35 y los 45 años. Hombres y mujeres de una comarca bastante afectada por el desempleo, que ven con no poca incertidumbre su futuro más cercano. Sus protestas están siendo escuchadas. Han sido capaces de unir a políticos de todos los colores, instituciones, asociaciones, colectivos... "Hasta el ministro Soria ha recibido al presidente Vara, que no es poco", advierte Eloy Sánchez, presidente del comité de empresa, que con treinta y seis años y once de trabajo en la planta de la mina, nos invita a compartir con sus compañeros una jornada de encierro en el local de los altos del mercado de abastos.

Cae la tarde, y es justo ese momento del día en el que se incrementa el número de personas que se concentran en los aproximadamente cien metros cuadrados de los que consta la parte del edificio puesta a disposición por el ayuntamiento para el encierro. El antiguo salón de actos de la mancomunidad se queda pequeño para acoger tanto personal. Llegan las esposas de los encerrados acompañadas de sus hijos para compartir la tarde en familia. Vienen cargadas de comida, que después en una larga mesa dispuesta en el medio del salón se convertirá en una concurrida cena. Al fondo se apilan los colchones, que a medida que se va cerrando la noche se irán dispersando por el suelo del local. Es difícil conciliar el sueño. Unas pocas horas a duermevelas son suficientes para volver a retirar colchones y comenzar una nueva jornada a sabiendas que cada día de encierro supone otra pequeña victoria.

Raquel Vázquez

Raquel, de Monesterio, tiene 36 años. Lleva siete años trabajando en los laboratorios de la mina. Actualmente es una de las trabajadoras afectadas por el ERTE temporal de la empresa. Acude cada tarde al encierro acompañada por su hija Alba, de tres años y medio. Mientras nos atiende da de merendar a la niña, que totalmente ajena a la situación se divierte saltando entre colchones con los hijos de otros mineros. "No se cómo acabará todo esto", se lamenta Raquel. Su vida ha dado un giro total. "No me centro. Tengo desatendida mi casa. Todo el día pensando en lo mismo. Ahora al encierro, después a la asamblea, mañana a la movilización...". Raquel dejó de trabajar el día 30 de octubre del año pasado. En principio, debería volver a su puesto el 30 de abril. Inicialmente, asumió este periodo con cierta tranquilidad y el deseo de poder compartir más tiempo con su hija. "El anuncio de despido ha cambiado mi vida totalmente".

Gabriel Hermoso

Gabriel es natural de la localidad onubense de Cala. Tiene 45 años. Casado con Mercedes tiene tres hijas de quince, diez y ocho años. Su mujer está parada. Es especialista en maquinaria. Justo en el momento en el que entablamos conversación aparece su mujer, con algo para la cena. Con ella, sus hijas Merche, Laura y Bea. Vienen a pasar un rato con su padre.

Gabriel ha recorrido media España, en busca de trabajo. Quiso establecerse en Monesterio y aquí ha permanecido su familia mientras él pasaba largas temporadas fuera de su domicilio; y justo ahora, "cuando había conseguido trabajo en Aguablanca, al lado de los míos, me dejan tirado". Cala ha sido desde siempre una localidad de gran tradición minera. Buena parte de su familia trabajó en la mina. Gabriel se emociona al recordar los duros años de lucha de una población cuya economía dependió durante mucho tiempo de aquella explotación. Se repite la historia. "Cuando sólo tenía trece años me encerré con los mineros de Cala y aquella lucha la ganamos", recuerda conmovido. Sabe lo duro de esta situación, pero es consciente "de que la lucha tiene que darnos la recompensa que merecemos".

Francisco Vázquez

Francisco es una de esas caras amables que siempre encuentras al llegar al encierro. Está allí a todas horas y en estas dos semanas tan sólo ha acudido a dormir a su casa, en Santa Olalla del Cala, un par de noches. Trabajador en planta, Francisco, de 46 años, lleva doce años "dándolo todo por esta empresa". Está casado, tiene dos niñas y su mujer se encuentra en situación de desempleo. "Aquí estoy, y aquí permaneceré hasta el final. Yo tengo que luchar por esto", proclama Francisco. "Me siento como el resto de compañeros y compañeras, totalmente defraudado". Francisco se lamenta de esta situación y no comprende esta decisión empresarial. "Cuando ha habido baches, hemos hecho todo lo posible por nuestra empresa. Ahora me siento engañado". Francisco conoce a todos sus compañeros y tiene claro que "Aguablanca no se cierra".

Las horas pasan lentas. Lo más duro, explica el presidente del comité, Eloy Sánchez, "es no poderse sacar de la cabeza lo que la empresa está haciendo con sus trabajadores. Que tenga tan poco corazón". La antigua sede de la mancomunidad se ha convertido en el hogar de la gran familia que conforman quienes en muchos casos sólo se conocían de compartir faena y turnos de trabajo. No paran de recibir visitas. Amigos, representantes de instituciones, cargos políticos, sus representantes sindicales... Incluso han dispuesto un libro de visitas.

El edificio nunca está vacío. Cada noche duermen aproximadamente dieciocho trabajadores. Hacen turnos que anotan en el cuadrante que cuelgan al lado de la gran pancarta que, de pared a pared subraya y acentúa la proclama que les viene acompañando desde que comenzaran las movilizaciones "No al cierre de la mina de Aguablanca". Este sábado se solidarizaron las mujeres. Trabajadoras y esposas de mineros tomaron relevo y han sido ellas las que pernoctaron en el lugar del encierro.