Decía el filosofo Tales de Mileto que el agua es la fuente de todo. La rica narrativa griega cuenta la historia de la lucha entre el río Aqueloo y el mítico héroe Hércules, lo que simboliza la lucha perpetua entre la humanidad y la naturaleza. Lo que seguramente no sabían los heléenos, es que la batalla acabaría con la destrucción de la segunda y poniendo en peligro la humanidad, a menos que tomemos cartas en el asunto.

La importancia del agua y sus aprovechamientos son conocidos, también sabemos que los humedales juegan un papel destacado en el ciclo hidrogeológico, tanto como masas de agua libre, como en su incorporación a los acuíferos. No tan sabido es que su conservación tiene un papel importante en la lucha contra el cambio climático, como sumideros de CO2 y que regulan el microclima del entorno.

En la mayor parte de Extremadura existían charcas y lagunas, que aparecen reflejadas en cartografías relativamente recientes, pero que hemos desecado en los últimos años, a menudo con débiles justificaciones como la lucha contra el paludismo, y las más, por motivos especulativos creando nuevos terrenos para culto del ladrillo. Hemos tenido suerte en algunos pueblos, ya que gracias a la existencia de ganado o a la pesca de la tenca, casi como únicas excusas, conservamos algunas de estas zonas de extraordinario valor ecológico.

Existen en España 63 humedales en la lista del Convenio Ramsar, de ellos solo dos están en Extremadura, el Embalse de Orellana y el Complejo Lagunar de La Albuera, unos 8.000 hectáreas. Una superficie escasa con la vasta extensión regional, aunque la mayor parte de los espacios protegidos poseen masas de agua: Monfragüe, Garganta de los Infiernos, Cornalvo, Tajo Internacional o los Barruecos y existen tres corredores ecológicos en torno a los ríos Guadalupejo, Bembezar y Alcarrache.

En este 2010, Año Internacional de la Diversidad Biológica, y de cara a conseguir frenar la pérdida de biodiversidad, conviene concienciar a los ciudadanos de la importancia del agua y denunciar las acciones contrarias, y a menudo generalizadas como las captaciones ilegales, pueden dar al traste con estos espacios. El triste ejemplo, de cómo una zona protegida como el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, ha sido puesto en peligro por culpa de la sobreexplotación de los acuíferos, es una buena excusa para reflexionar. A ver si de una vez dejamos de decir cosas como que los embalses están "tirando agua", y nos preocupamos de cambiar las prácticas de consumo, por que como decía Goethe: "Pensar es fácil; actuar, difícil. Nada es más difícil que actuar como uno piensa".