La muerte de más de 800 patos en los embalses de Sierra Brava y Alcollarín, ambos en la provincia de Cáceres, sigue sin desvelarse. Hace prácticamente un mes que fueron retirados los cuerpos sin vida de al menos 825 aves --principalmente patos cuchara pero también hay ánades reales o cercetas, entre otros-- varados en las orillas de ambos embalses extremeños y desde entonces se están realizando análisis para determinar las causas.

Las primeras pruebas realizadas en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Extremadura descartaron que los fallecimientos fuera debidos a la presencia de elementos tóxicos y se enviaron muestras al laboratorio especializado de Algete, en Madrid, para ahondar en las circunstancias que podrían haber motivado las muertes. Pero de momento, éste último tampoco logra encontrarlas. "Queda por analizar el cólera aviar (pasteurelosis aviar)", señalan desde la Consejería de Medio Ambiente.

Lo que ya está claro es que las muertes no se produjeron por los cinco elementos tóxicos analizados (carbaril, carbamatos, aldicarb, organofosforados y rotenona), ni por ninguna de otras siete enfermedades inspeccionadas: tres de carácter vírico (west nile, gripe aviar y newcastle) y otras cuatro baterianas (salmonelosis, botulismo, nitritos, nitratos). A priori, grupos ecologistas como SEO/Birdlife, que dieron la voz de alarma, apuntaban a una posible enfermedad, que aún no se ha podido esclarecer. "Todas las pruebas realizadas hasta ahora han dado negativo y se siguen haciendo análisis para poder dar con la causa", explican desde la Administración regional.