Vivió trece años con su marido y doce con los malos tratos. Las agresiones y los insultos del hombre con el que compartía su vida y tres hijos se acabaron el día que ella se armó de valor, el día que, animada por una amiga, se marchó de la casa familiar. Fue la nochebuena del 2011. Aquel día terminó una pesadilla y empezaba otra, pero ya sin golpes.

Teresa, así se llamará hoy, tiene 37 años. Fue la primera extremeña víctima de la violencia de género escoltada las 24 horas por la policía local de Plasencia por su situación de riesgo. Tras varios meses rodeada por agentes, decidió renunciar a la protección policial. "Me cansé, quería vivir".

Cansada de vivir con miedo y señalada, Teresa se compró un perro grande que ahora se ha convertido en su mejor aliado. Es, otra vez, pionera. Es la primera extremeña que tiene un perro adiestrado para proteger a las víctimas de violencia de género. Se conocen como perros de protección Pepos y, de momento, lo tienen 17 mujeres de todo el país. "Me hace sentir mejor, me siento más protegida, noto mucha diferencia", cuenta la placentina.

Desde el pasado mayo, el animal ha estado entrenando duro para convertirse en el mejor aliado de Teresa. Del adiestramiento se encarga el grupo Security Dogs, una empresa homologada por el Ministerio del Interior que, a través de la Fundación Mariscal, se ocupa de forma desinteresada de donar perros adiestrados a las víctimas de violencia doméstica. "Yo me lo compré con anterioridad, lo crié y lo adiestraron en la fundación, pero no hace falta tener perro, ellos te lo proporcionan, buscan el mejor animal para cada persona, lo adiestran y te preparan también a ti para saber defenderte con él, te enseñan defensa personal,- te ayudan en muchos aspectos", dice. En total, explica la fundación, son 250 horas de formación siempre gratuitas y enfocadas al trabajo, entrenamiento y convivencia con el perro.

La función del can no es agredir, sino proteger a su dueña y disuadir al posible agresor, pero en caso de ataque el animal sirve de barrera entre la víctima y el atacante para tener margen de pedir auxilio.

Aunque no es la única misión de los perros Pepo. Con el animal se busca también que la mujer pueda normalizar su situación. El simple hecho de que el perro quiera salir a la calle es una forma de contribuir a realizar una vida normal. "He visto recuperarse a mujeres que han pasado un infierno", cuenta uno de los instructores de la fundación en varias entrevistas.

Tras superar tres cursos de preparación en el centro de la fundación en Madrid, Teresa y su Pepo, de nombre Franco, han empezado su vida juntos en Plasencia. "Viene conmigo a todos lados y me acompaña al punto de encuentro con los niños. El único inconveniente es que todavía no tiene el mismo derecho que los perros guía para que lo dejen entrar en sitios como el banco o el juzgado- --esta es una reclamación de la Fundación Mariscal--. Aún así, la diferencia de tenerlo cada día es mucha". Y eso es lo que quiere transmitir Teresa a quienes como ella luchan en primera persona contra la violencia de género. "Con el animal me siento más protegida y segura y animo a otras mujeres a ponerse en contacto con la fundación". Mariscal ofrece alojamiento y manutención en Madrid a las víctimas que por su situación económica no puedan hacer frente a la estancia en la capital durante el tiempo de la formación.

Teresa se siente ahora un poco más libre y segura a pesar de que su ya exmarido está en libertad condicional desde el pasado agosto tras pasar apenas ocho meses en la cárcel. Ella, además de a Franco, tiene la pulsera GPS, un sistema telemático que le avisa de la cercanía de su maltratador sobre el que pesa una orden de alejamiento hasta el 2018.